AÑORANDO UN HOGAR PERDIDO: Op. 9, No. 2

Por Andrea Guachalla

1ro de agosto de 1944
Varsovia, Polonia

Este fue el día en que decenas de miles de personas tomaron las pocas armas de fuego que pudieron reunir y lucharon contra la dictadura de la Alemania nazi que había tomado su hogar como rehén y la vida de tantos. Los motivó el pensar en su nación, Polonia, y su capital, Varsovia, que había visto crecer a tantos de ellos. 

Un lugar que pronto desaparecería, debido a un acto de maléfica represalia. 

Habían tenido cinco años para planear un levantamiento en la Varsovia que innumerables veces había sido testigo de la maldad y la codicia del hombre. Esta era la capital del país que años más tarde, después de la Segunda Guerra Mundial, presenciaría el surgimiento de la Tercera República de Polonia. 

El Ejército Nacional y el Gobierno polaco en el exilio fijaron la hora y la fecha: las 17:00 del 1ro de agosto de 1944. La hora W. El reloj llegaría al 5 y marcaría así el comienzo de la lucha y el comienzo de la muerte. Pensaron que librarían una buena batalla durante un par de semanas, pero lucharon con valentía hasta el día 63, llenos de incertidumbre sobre lo que les depararía el porvenir.

Ellos sabían. No habría arcoíris esperando después de la tormenta ni libertad que sus ojos presenciarían y celebrarían. El conocimiento del oscuro futuro que les aguardaba les robó el lujo de la cobardía, ver la muerte acercándose a sus mismas puertas les quitó el miedo. Mientras se desenvolvía el levantamiento, los pensamientos de algunos seguramente se centraron en el significado de los edificios que estaban siendo destruidos. “¿Alguna vez podremos caminar al centro de la ciudad y pasear por el Palacio Saxon?” Quizás no…


1ro de agosto de 1817 – 1830
Varsovia, Polonia

Fue en este mismo palacio, donde un frágil niño de 7 años había tenido la misma sensación 127 años antes, en 1817. Enfermo y pálido, delicado desde el día en que nació. Incluso a una edad tan temprana como los 7 años, sabía que no había un final feliz esperándolo, ni libertad de sus enfermedades. Sabía que el destino le tenía reservado un futuro particularmente oscuro y eso es exactamente lo que le impidió ser un cobarde en lo que respectaba a su ingenio musical. Saber que la muerte para él llegaría más temprano que tarde le quitó el miedo.

En ambos casos, la anticipación al desastre y la desesperación, y la el saber de la posibilidad de un fin inminente fue lo que les hizo amar más a su país. Y lo que les inspiró un tipo diferente de admiración por Varsovia, la ciudad centenaria que cayó y se levantó una y otra vez. La ciudad que todos consideraban su hogar. Y durante algún tiempo un hogar perdido.

La situación no fue tan diferente cuando este niño cumplió 20 años, que es cuando comenzó el Levantamiento de Noviembre. Ese verano que Polonia fue amenazada por Prusia e invadida por el Imperio Ruso, lo que se sumó a la inestabilidad política y la inseguridad, y que consecuentemente obligó al intrépido joven a huir del país en busca de un nuevo hogar, sin llevar nada más que la música que compuso.


1830-1849
Francia, Polonia

Las primeras Mazurkas y Polonesas que había compuesto y que habían estado tan fuertemente influenciadas por la música folclórica polaca iban a cambiar a un tono y fervor diferentes en los años venideros a medida que este joven se acostumbraba a la vida en Francia, el lugar que le había ofrecido refugio. Al mismo tiempo, tendría una gran influencia en la Era Romántica y en las obras de todos sus compañeros músicos que con tanta razón lo admiraban. Entre ellos: Liszt, Debussy, Mendelssohn e innumerables críticos y amantes de la música.

Sin embargo, independientemente de la fama y la riqueza, tantos admiradores y el elogio general, había algo que faltaba, algo que anhelaba en secreto: su hogar.

Esta era la añoranza de su, siempre doliente – corazón: estar en casa, ver Varsovia sin importar cuán cambiada estuviera, ver caras conocidas y hablar el idioma que amaba, polaco. Porque a decir verdad, nunca se sintió muy cómodo hablando francés. Porque Francia, para él, no era su hogar.

Si bien toda la música que compuso en las primeras décadas de su vida estuvo principalmente influenciada por Polonia, y los Estudios y Valses que compuso mientras vivía en Francia estuvieron muy influenciados por su dinámica vida social en ese país, hubo un período intermedio que no tenía nada de esas influencias. Este intermedio fueron los 21 Nocturnos que compuso, que no hablaban de ninguno de esos países sino de “Sehnsucht…” añoranza. Añoranza de un hogar que nunca volvería a ver. Un anhelo que dolía irreparablemente y que no se podía superar ni olvidar. 

Los nocturnos significaron lo siguiente para él y para todos los demás: una expresión de saber que su hogar ya no era el mismo, y que él tampoco era el mismo, los recuerdos de su primer amor que no lo amó de vuelta, y la corta vida que tuvo su hermana menor. Los nocturnos eran reclamos por sus enfermedades y dolor por su nación. Eran una añoranza de lo inalcanzable, una esperanza de alcanzar algo infinito e ideal, una realidad donde él está en casa.

Era un tipo de añoranza similar al que deben haber experimentado todos esos guerreros de la Segunda Guerra Mundial. Una añoranza de ver el Palacio Saxon donde Frederic Chopin había crecido. Ese niño pálido y enfermo, aunque brillante, que nunca tuvo la oportunidad de volver a ver la tierra que siempre amó y que murió demasiado joven para siquiera tener la oportunidad. 


1ro de agosto de 2020

Los historiadores dicen que Chopin nunca le dio un título a sus piezas, solo tomaba nota del género, Opus y Numero, dejando que los oyentes imaginaran lo que se suponía que la música debiera representar. Sin embargo, con el tiempo diferentes músicos le dieron títulos a sus piezas relacionados con la época en la que vivió y las calamidades que sufrió. 

Si me pudiera atrever, mientras escucho su renombrado Nocturno Op. 9, N ° 2, para reflexionar sobre el Levantamiento de Varsovia de 1944, donde la casa de Chopin, el Palacio de Saxon, se convirtió en cenizas y nunca más se reconstruyó; si reflexiono sobre los miles de polacos que perdieron la vida y me atrevo humildemente a recordar a todas las personas que lucharon por su país y el hecho de que Chopin nunca tuvo la oportunidad de volver a su hogar, permítaseme también titular a esta pieza (incluso si es solo para mí):

AÑORANDO.
AÑORANDO UN HOGAR PERDIDO.


Referencias:

Gabriella Smith. (2019). FREDERIC CHOPIN: MÁS QUE UN HOMBRE POLACO

Adam K. Kubba, Madeleine Young. (1998). El largo sufrimiento de Frederic Chopin. CHEST Journal, vol. 113, número 1, pág. 210-216. 

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