Por Andrea Guachalla
Vivimos en una época confusa, ¿no es así? Vivimos en una época en la que la bondad y el amor, la amabilidad y la misericordia se entienden según lo que conviene y no según lo que dice la Biblia sobre ellos. Mientras que la Palabra de Dios nos dice que el estándar de obediencia y bondad es Cristo, Su propio Hijo, el mundo nos dice que no hay un estándar, que cada uno tiene el derecho de hacer lo que le plazca y lo que mejor sienta, incluso si eso significa que buscaremos ser servido en lugar de buscar servir a los demás. En consecuencia, el “amor” que el mundo tiene para ofrecer no se parece en nada al amor sacrificial que nuestro Padre da con gracia.
En 1 Corintios 13: 7, leemos: “El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Los comentarios de la Biblia de estudio ESV dicen acerca de este pasaje: “Los términos cree y espera están intercalados entre sufre y soporta y, mostrando que probablemente se refieren a relaciones entre personas más que a la fe y esperanza en Dios. El amor cree lo mejor de los demás y espera lo mejor de ellos.”
Pero, ¿cómo se supone que creamos y esperemos lo mejor de los demás cuando todo lo que escuchamos a nuestro alrededor es que está bien asumir lo peor de ellos y sentirnos como una víctima? A través de la educación que recibimos en las escuelas, universidades y lo que vemos en los principales medios de comunicación y entretenimiento, somos bombardeados continuamente (quiero decir adoctrinados) por la idea de que somos víctimas, y tenemos derecho al resentimiento y la venganza.
Si eres una mujer (feminista), eres una víctima del patriarcado, por lo tanto, puedes odiar a cualquier hombre y a cualquiera que se oponga a tus posiciones sobre el aborto como una forma de “liberar” a las mujeres. Si te identificas como homosexual o transgénero, supuestamente eres víctima de aquellos que son heterosexuales, por lo que puedes estar resentido contra ellos y su idea de lo que una familia nuclear es. Si eres indígena o mestizo, eres víctima de la colonización que tuvo lugar hace cientos de años, por lo que aún puedes resentir a los que descienden de los colonizadores. Y la lista es interminable… Eso es lo que nos enseñan. Éso es lo que hacemos. Vivir en este mundo victimizado significa que tenemos derecho a sentirnos víctimas y tenemos derecho a exigir una justicia mundana: venganza e (a lo que llaman) “igualdad”.
No es de extrañarse el que estas ideologías que están tan propagadas y, por supuesto, el pecado que mora en nosotros (me refiero tanto a cristianos como a no cristianos) contribuya a nuestra comprensión errónea de lo que es el verdadero amor y cuál debería ser nuestra reacción como cristianos cuando sentimos o pensamos que alguien nos está haciendo daño. El hecho de que la cultura atea en la que vivimos tenga tal tendencia a asumir lo peor de los demás y a sentirnos subjetivamente heridos (subjetivamente me refiero cuando la victimización es infundada) contamina nuestra vida diaria y hace que justifiquemos los pecados que cometemos como resultado de sentirnos víctimas.
Si eres una mujer que ha pasado todo el día limpiando la casa solo para notar que nadie se toma el tiempo para decir “gracias”, puede ser que tiendas a asumir simplemente que nadie aprecia lo que haces, por lo tanto, te permites limpiar refunfuñando la próxima vez. Si has estado llamando a una amiga que no ha devuelto ninguna de tus llamadas, puedes llegar a asumir que no le importas, por lo tanto, puedes dejar de intentar comunicarte o preocuparte por ella. Si eres nuevo en una iglesia/escuela/clase y notas que nadie se ha acercado a ti para conocerte, probablemente asumirías que eso se debe a que no les agradas, por lo tanto, puedes mantener cierta distancia y tal vez ser indiferente hacia ellos. ¡Hay innumerables ejemplos!
Algo de lo que debes darte cuenta aquí, y oro porque estés convencido de esto, es que cuando asumimos lo peor de los demás, nosotros mismos nos convertimos en el villano de la película, nos convertimos en monstruos. Si nos sentimos odiados, odiamos a quienes nos odian. Si no nos sentimos apreciados por los demás, tampoco los apreciamos. Si sentimos que los demás son indiferentes hacia nosotros, nosotros mismos nos volvemos indiferentes. Aunque la Biblia dice que debemos amar incluso a nuestros enemigos, nuestra tendencia es hacer mal a quienes nos hacen mal. Caer en asunciones incorrectas empeora nuestra actitud y nunca tiene un buen resultado, no honra a Dios, no nos sirve a nosotros y no le sirve a los demás.
Ahora, por supuesto, algunas suposiciones negativas que a veces tienes podrían ser ciertas. Tal vez tu familia realmente no aprecia que cuides de tu casa con tanta atención, tal vez tu amiga esté realmente enojada contigo y es por eso que no ha devuelto tus llamadas, y tal vez haya alguna razón por la que la gente no se te acerque en aquel lugar donde eres nuevo. PERO. Incluso si ese fuera el caso, NO LO SABES CON SEGURIDAD. Y el Señor no te llama a andar adivinando, nos llama a creer lo mejor de los demás, no lo peor. Él nos llama a esperar lo mejor de los demás, incluso si tienes que atravesar decepciones. Y lo grandioso es que esto no es solo por el bien de los demás, sino también por el nuestro. Indudablemente.
Si te preocupas por tu hogar asumiendo que los demás lo aprecian, ¡seguramente lo harás con alegría! Si sigues llamando a tu amiga asumiendo que tal vez no ha tenido tiempo de devolver tus llamadas, ¡lo seguirás haciendo con cariño! Si asumes que la razón por la que nadie se ha acercado a ti para conocerte mejor es que ellos quieren hacerlo, pero quizás son tímidos, no esperarás a que lo hagan, ¡te acercarás a ellos tú mismo y tratarás de conectar con ellos!
Cuán dulce es el Señor, que cuando nos llama a hacer algo de cierta manera es para Su Gloria, para nuestro bien y el bien de los demás. Siempre. Por Su gracia, pertenecemos a Su Reino y no necesitamos ser parte de este mundo victimizado. Podemos mirar al Señor y buscar servirle, podemos “estimar cada uno a los demás como superiores a [nosotros] mismos”. (Filipenses 2:3), y creer lo mejor de ellos.
Hermanos y hermanas, incluso cuando se nos odia y se nos persigue, Dios nos llama a “no cansarnos de hacer el bien”. (2 Tesalonicenses 3:13). No debemos cansarnos de hacer el bien incluso cuando nos sintamos agraviados o estamos tratando con nuestros enemigos (Lucas 6: 27-28). Incluso mientras luchamos contra nuestras asunciones infundadas de los demás y la tendencia de nuestra sociedad a victimizarse a sí misma y buscar venganza de una forma u otra, nosotros, como cristianos, no debemos cansarnos de hacer el bien.
Para aprender qué son el amor y el servicio, debemos ver a Cristo, no a la cultura, y notar cómo Él nos sirvió y dio su vida por nosotros aunque éramos sus enemigos y no lo merecíamos. Él no se cansó de hacer el bien. El hecho de que hiciera el bien no dependía de las circunstancias ni de los objetos de Su amor (nosotros). De la misma manera, debemos servir a los demás creyendo lo mejor de ellos y esperando persistentemente lo mejor, sin dejar que suposiciones apresuradas o presuntuosas nos impidan amar. En todo lo que hacemos, debemos imitar a Aquel que es misericordioso y amoroso por la eternidad (Efesios 5: 1-2).
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- Precept Austin. 1 Corinthians 13:7-8 Commentary.
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