Por Andrea Guachalla
A lo largo de la historia de la literatura se han producido obras que se asemejan a la historia de Oseas, el profeta que se casa con una mujer adúltera por mandato de Dios. No es esto porque la inspiración de los autores fuera Oseas o la Biblia misma, sino porque incluso el mundo secular, a pesar de que este alienta y celebra la promiscuidad sexual, sigue viendo el adulterio y la infidelidad como una de las cosas más dolorosas por las que alguien pueda pasar. Que un hombre decida casarse con una prostituta, o una mujer de corazón adúltero sigue viéndose como un acto de sacrificio y amor incondicional, lo que se ve reflejado en obras como “Resurrección” del famoso autor ruso León Tolstoi.
Ver las historias de Oseas y Gomer, como también la del Príncipe Dimitri y Katusha nos ayudarán a ver cómo es que Dios mismo ve el adulterio y cuales son las consecuencias temporales y eternas que tiene.
En el capítulo 1, versículo 2 del libro de Oseas se nos dice cual es el mandato que le da Dios al profeta: “Dijo Jehová a Oseas: Ve, tómate una mujer fornicaria, e hijos de fornicación; porque la tierra fornica apartándose de Jehová.” Oseas 1:2, RV60. Ahora, si bien teólogos difieren en cuanto al significado exacto de “mujer fornicaria” dado que algunos argumentan que se refiere a una mujer que era prostituta, y otros a que tenía la disposición pecaminosa de ser adúltera en el futuro, en lo que convienen la mayoría es que se trata de una mujer que le sería infiel a su esposo y este tenía conocimiento de ello, pero decide casarse con ella y amarla a pesar de su infidelidad.
En el capítulo 3 del libro de Oseas se ve como Gomer continúa sucumbiendo a los deseos de su corazón adúltero y siendole infiel a Oseas, lo que podría haber sido una excusa para el divorcio, pero aún así Dios manda al profeta a buscar a Gomer (Oseas 3:1-3) y comprarla en lo que se estipula fue una subasta de esclavos. Tras esto, Oseas le impone restricciones para mantenerla pura en el futuro.
Como un eco de esta historia, está la obra “Resurrección” ambientada en el siglo XIX, donde Tolstoi describe la desgraciada vida de una prostituta llamada Katusha, y las circunstancias que la llevaron a ese estilo de vida, que terminan por condenarla a prisión y posteriormente a vivir en exilio en Siberia. Paralelamente, cuenta la vida de un príncipe llamado Dimitri Nekhludoff, hombre de gran renombre, riqueza y oficial judicial que, por azares de la vida participa en el juicio de Katusha cuando ella está siendo condenada.
A saber, Dimitri al momento de participar del juicio de Katusha se da cuenta de que ella era conocida suya, y alguien a quien él había hecho mal muchos años atrás, por lo que para enmendar su error y redimirla de su vida de prostitución y condenación decide casarse con ella. Un príncipe casándose con una prostituta condenada al exilio de por vida.
Katusha por su lado rechaza su oferta de casamiento repetidas veces por el simple hecho de que el estilo de vida que lleva no le parece malo en absoluto, estaba acostumbrada a vivir en pecado y era eso lo que deseaba. Dimitri, al insistir en casarse con ella se da cuenta de que la Katusha que hubiera conocido muchos años atrás ya no existía, sino sólo la mujer promiscua que aprovechaba cada oportunidad que tenía para vender su cuerpo por unos cuantos rublos.
“Esta mujer está muerta”,
llega a concluir Dimitri al ver que ella no estaba dispuesta a dejar su pecado. Y realmente lo estaba, muerta en sus pecados. Pero aún así Dimitri insiste en casarse con ella. Le muestra misericordia y amor al punto en que Katusha, poco a poco, empieza a abrir su corazón y empieza a ver la pecaminosa miseria en la que estuvo viviendo. Al caer en cuenta de su pecado, inmediatamente se siente indigna de casarse con el misericordioso príncipe Dimitri, por lo que ahora rechaza su propuesta de matrimonio no por su amor al pecado, sino porque se siente indigna de que un hombre como él quede sujeto de por vida a alguien como ella. En el camino Dimitri debe lidiar con la tendencia adúltera de Katusha, y debe perdonarla repetidas veces por sus acciones, pero al igual que como ocurre con Oseas y Gomer, la imperfección de Katusha no disminuye su amor por ella sino que lo acrecienta, y aprende a perseverar en misericordia y paciencia.
En ambos casos, la inmoralidad sexual no es vista como algo bueno, sino como algo reprochable a pesar de ser característica de religiones paganas y de la rebelión en contra de Dios desde los tiempos del Antiguo Testamento y hasta el día de hoy. Para el profeta Oseas y el personaje ficticio Dimitri es un sacrificio y fuente de dolor el tener que perdonar la infidelidad y adulterio en que se inmiscuyen las mujeres que aman. Esos mismos sentimientos se replican en cualquier persona que se enfrenta a la infidelidad de su pareja.
Los valores cristianos que antes caracterizaban gran parte del mundo occidental cambiaron radicalmente en las últimas décadas con el surgimiento del feminismo, la ”revolución sexual”, y el razonamiento de que los hombres tienen el “derecho” a “disfrutar” su sexualidad fuera del matrimonio porque no pueden quedar embarazados y por tanto la mujer debería gozar del mismo “derecho” por medio de las píldoras anticonceptivas y la “salud reproductiva”, es decir, el asesinato en masa de bebés no nacidos. Interesantemente, la historia de Oseas y Gomer es interpretada por feministas como un claro ejemplo del “patriarcado opresor” que reprime la sexualidad de las mujeres y no les permite “disfrutar” de relaciones sexuales pre-maritales o extra-maritales de la misma forma que los hombres, asumiendo que la inmoralidad sexual es deseable y que todos los hombres se involucran en actos adúlteros.
Si antes la promiscuidad sexual se veía como algo raro y condenable, ahora se ve como algo que celebrar y promover, es festejado como un acto “revolucionario”. A los jóvenes e incluso a niños se les enseña cómo explorar la sexualidad de forma “segura” desde una temprana edad en las escuelas, y los jóvenes universitarios se animan entre ellos a “vivir el momento” consumiendo drogas, alcohol, y teniendo relaciones sexuales casuales. Gran parte de la juventud de hoy piensa que esto es realmente sacar provecho de la vida. El tener relaciones amorosas abiertas, es decir no-monógamas, en que uno responda cuál animal a sus instintos y deseos carnales, lo que destruye la idea de lo que una familia es y reduce la sexualidad a un mero acto de placer egoísta.
Muchos psicólogos, profesores universitarios, jóvenes y otros defienden que la promiscuidad sexual y no estar involucrado en una relación monógama es normal, y que nadie debe sentirse mal por ello: la inmoralidad sexual es la norma en un mundo sin valores que solo busca placer temporal. Incluso la industria del entretenimiento manda el mismo mensaje, un estudio reporta que la letra de canciones en las que se habla de infidelidad ya sea positiva o negativamente, ocasiona que las mujeres jóvenes sean más tolerantes con la infidelidad sexual. Sin embargo, la realidad es muy diferente a lo que afirman muchos, primeramente porque la promiscuidad es condenada por Dios, y segundo, porque los efectos que esta tiene en los individuos que se encuentran sumidos en un estilo de vida promiscuo son tangiblemente negativos.
Estudios revelan que el adulterio, o la infidelidad emocional/sexual es un problema común en los matrimonios de hoy en día. En un estudio, el Dr. Atkins evidencia que la infidelidad sexual por parte de hombres casados es más frecuente entre sus 55 y 65 años, y más frecuente en mujeres entre sus 40 y 45 años, y que en ambos casos la infidelidad sexual es mucho menor cuando los individuos asisten regularmente a servicios religiosos. Es decir, su vida espiritual, influye grandemente en cómo ven la sexualidad y la fidelidad. Como consecuencias directas de la infidelidad sexual se citan: disolución de matrimonios, divorcio, inestabilidad en el hogar, sin mencionar un alto nivel de estrés en las parejas de quienes se involucran en actos de adulterio. Estudios que buscan entender la diferencia entre la respuesta de las mujeres y los hombres a la infidelidad, afirman que los hombres tienden a presentar mayores niveles de estrés ante la infidelidad sexual, mientras que las mujeres lo hacen ante la infidelidad emocional. En ambos casos, la infidelidad es una razón por la que parejas monógamas deciden terminar una relación.
En todos los casos, se reporta que la infidelidad causa dolor y estrés. Tanto hombres como mujeres reconocen que les produce malestar emocional el descubrir que sus parejas les fueron infieles, sin embargo, como lo reporta la Dra. Feldman en un estudio, con frecuencia estas mismas personas no se refrenan de ser promiscuos sexualmente. Este estudio realizado en adultos jóvenes muestra que 2 tercios de la muestra poblacional ha sido víctima, ofensora o ambas cosas en cuanto a actos de infidelidad sexual.
Todo esto nos ayuda a ver que la promiscuidad sexual deshonra a Dios, y no es buena para uno mismo, ni para otros a pesar de que la sociedad promueva la liberación sexual y una visión denigrante de la sexualidad. Ante ambas perspectivas, las cosas pueden tornarse confusas y es por eso que debemos estar seguros de cómo es que Dios mismo ve la inmoralidad sexual.
La Biblia es clara acerca del pecado del adulterio y la inmoralidad sexual en general, y Dios mismo establece lo que es bueno en cuanto a la sexualidad para Su gloria, para nuestro bien, y para el bien de los demás. El séptimo mandamiento dado por Dios a Moisés y a su pueblo es “no cometerás adulterio”. En la ley civil en Levítico 20:10 se lee: “Si un hombre cometiere adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán muertos”. Levítico 10:10, RV60
El adulterio era un pecado castigado con pena de muerte. Otros pasajes tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento advierten de la condenación que viene por medio del adulterio por lo que debe entenderse que la unión íntima entre un hombre y una mujer dentro del matrimonio fue diseñada por Dios para su gloria y el bien de Sus hijos. Mateo 5:27-28 recalca que el adulterio empieza en el corazón en el momento en que un hombre desea a la mujer de su prójimo. Proverbios 6:32 y 1 Corintios 6:18 advierten que el fornicario peca contra su propio cuerpo y alma, y por supuesto también en contra de Dios y su prójimo. El pecado del adulterio es tan grave que incluso es comparado con la idolatría, que implica la infidelidad del pueblo de Dios hacia el Creador y viola los primeros cuatro mandamientos de Dios que demandan amarlo por sobre todas las cosas, no tener dioses ajenos, no hacerse imagen de dioses, ni tomar el nombre de Dios en vano.
Al momento en que el pueblo de Dios busca a otros dioses y los adora con la esperanza de que estos satisfagan sus necesidades, está cometiendo adulterio espiritual en contra de Dios mismo. Esta es la gravedad con la que Dios ve el adulterio, y es la razón por la que en el libro de Oseas profetiza condenación por el pecado de Israel. Porque ellos se han alejado de Dios y han preferido a otros dioses, lo que es equiparable a la infidelidad de Gomer hacia Oseas, y la razón por la que el libro de Oseas es utilizado para hablar sobre la idolatría del pueblo de Israel.
Ahora, si bien Dios ve el pecado con tal gravedad, en el libro de Oseas también nos muestra su misericordia y perdón, gracia y paciencia para con su pueblo adúltero que ha ido tras otros dioses violando así su ley y rechazando su misericordia. Al igual que Oseas va en busca de Gomer como lo vimos en el capítulo 3:1-3 tras ella serle infiel y la compra sacándola de su vida de pecado, así también Dios muestra misericordia a su pueblo una y otra vez a pesar de su tendencia al pecado y compra a su pueblo por medio del sacrificio de Cristo que los aparta del pecado y los hace justos delante de Él.
El capítulo 14 de Oseas concluye pidiendo a Israel que vuelva a Dios y dando un mensaje de esperanza, el profeta escribe:
“Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos. Yo seré a Israel como rocío; él florecerá como lirio, y extenderá sus raíces como el Líbano. Se extenderán sus ramas, y será su gloria como la del olivo, y perfumará como el Líbano. Volverán y se sentarán bajo su sombra; serán vivificados como trigo, y florecerán como la vid; su olor será como de vino del Líbano. ¿Quién es sabio para que entienda esto, y prudente para que lo sepa? Porque los caminos de Jehová son rectos, y los justos andarán por ellos; mas los rebeldes caerán en ellos.”
Oseas 14:4-7,9, Reina Valera 1960
La muestra de amor sacrificial más clara que podemos imaginar incluso dentro del mundo secular, es la de alguien amando a otro sin que éste lo merezca. Ese es el amor que Dios le muestra a Su pueblo por medio de Jesucristo a pesar de su infidelidad. Es el amor que vemos a escala humana de Oseas hacia Gomer, y el amor que vemos incluso en obras literarias seculares como “Resurrección” donde un gran príncipe decide casarse con una prostituta sumida en sus pecados.
A pesar de lo que dicta el mundo actual acerca de la “revolución sexual” y las afirmaciones del mundo de que la sexualidad no significa más que el placer físico que trae, se pueden ver las consecuencias negativas de la infidelidad y la inmoralidad sexual. Esto debe llevarnos a reconocer que cuando Dios manda algo, lo hace para su gloria, nuestro bien, y el bien de nuestro prójimo, y todo lo que se oponga a sus mandamientos es para deshonra de Dios, de uno mismo y del prójimo también. Más allá, la inmoralidad sexual debe llevarnos a ver como Dios, en su eterna misericordia, decide tener paciencia con los pecadores que lo rechazan, y aún así salva a quienes el Padre elige, lo que lleva a los verdaderos creyentes a dejar su vida pecaminosa. Esto demuestra que el amor de Dios no está sujeto al bien que podamos hacer nosotros por nuestras propias fuerzas, sino a su infinita gracia.
Esta es una adaptación del ensayo final presentado en la materia
Introducción al Antiguo Testamento del Seminario Reformado Latinoamericano.
Referencias:
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- Tolstoi, León. Resurrection. Trad. Louise Maude, Kindle Version.