UN CORAZÓN GRUÑÓN TRATANDO DE CULTIVAR GRATITUD

Por Andrea Guachalla

Hola, mi nombre es Andrea y soy una gruñona.

No necesito amigos que me lo digan, ya lo sé. Tiendo a quejarme mucho. Si me pidieras que escribiera una lista de cosas que no salieron bien este año por las que me pueda quejar, créeme, la lista sería interminable. Ciertamente, estar al tanto de las noticias no ayuda a acortar la lista.

SIN EMBARGO, al menos tomar conciencia de mi tendencia a quejarme me llevó a reconocer que mi corazón gruñón necesita ser transformado. Urgentemente.

Al ver atrás hacia lo que fue de este año puedo decir honestamente que muchas cosas salieron mal, muchos de mis planes se hicieron añicos, pasé noches sin dormir simplemente sintiéndome decepcionada, hubo momentos en que me sentí incomprendida, sola e ignorada. Mi corazón gruñón tenía cosas extra de las que quejarse.

Sin embargo, mientras veo hacia adelante a lo que resta de este año, me pregunto si reflexionar sobre alguna de esas cosas me ayudará de alguna manera. Y sé que no lo harán… Más allá, reflexionar sobre las cosas que creo que salieron mal no le da gloria a Dios, especialmente porque Él enseña explícitamente en Su palabra que debemos pensar en todo lo que es bueno, lo que es puro y lo que es respetable (Fil 4:8), no en lo que salió mal según mi percepción. ¡Oh! ¿Cuántas valiosas horas he pasado quejándome del pasado o preocupándome por el futuro? Más horas de las que estoy dispuesta a reconocer, eso es seguro.

De cualquier modo, en mi mal humor, he tenido momentos en los que tuve que obligarme a sentirme decepcionada de la vida solo para seguir siendo la gruñona que me he acostumbrado a ser. Eso suena raro, ya lo sé. Pero permítanme explicarles, con suerte, mis amigos gruñones se sentirán identificados:

En el fondo, sé que las bendiciones de Dios han eclipsado mis pruebas por mucho este año. Casi cada vez que me he encontrado con un obstáculo, una prueba o sufrimiento, ha habido alguien para escucharme, o para ofrecer consejo, o alguien que me apoyó pacientemente. Incluso cuando yo sentía que alguien empeoraba las cosas al intentar ayudarme, aún así puedo decir que hubo alguien que al menos INTENTÓ ayudar. Además de todo eso, tenía a Dios mismo animándome y mostrándome Su verdad a través de Su palabra escrita y Su palabra siendo predicada. Así que no tengo otra opción que admitir que por más difícil que haya sido este año, nunca hubo un momento en el que Dios no me haya provisto con lo que necesitaba tanto espiritual como físicamente. Y aún… Mi corazón gruñón y obstinado necesitaba encontrar una manera de seguir quejándose de la vida. Así que me obligaba a concentrarme en el lado malo de las cosas a propósito para mantener mi hábito.

Lo sé, soy una pecadora que está siendo santificada por la gracia de Dios.

La verdad es que realmente no hay nada de lo que pueda quejarme y tengo de todo por lo que estar agradecida. No hice nada para merecer lo que tengo, una familia que me apoya, un trabajo que disfruto o amigos cariñosos que están dispuestos a escucharme con paciencia y orar por mí. Incluso en mi quebrantamiento tenía la Palabra de Dios para animarme, y Su iglesia caminando a mi lado, nunca me quedé sola, aunque se haya sentido así. Ni un solo segundo.

¿Entonces por qué es tan difícil estar agradecido y tan fácil quejarse cuando todo lo que vemos a nuestro alrededor es una bendición de Dios? Sí, incluso las pruebas que tenemos que soportar son una bendición, incluso el sufrimiento, incluso la pérdida y los planes hechos añicos. Llegué a la conclusión de que es más fácil quejarse porque ese es nuestro estado predeterminado. Creemos que sabemos más que Dios, pero no es así. Pensamos que lo que queremos es lo que necesitamos y caemos en el juego de compararnos con otros lo que nos lleva a medir la bondad de Dios de acuerdo a las cosas que otras personas tienen y que a nosotros nos faltan. Nos negamos a creer que Dios lo sabe todo, por lo que solo Él sabe lo que realmente necesitamos, olvidamos que Él es bueno y misericordioso. Creemos que podemos tener el control de nuestras vidas, cuando solo Dios lo tiene. 

¿Hemos olvidado que existe esta cosa llamada “humildad”? A veces yo lo olvido. 

ahora que estamos entrando a esta temporada navideña y a la recta final de este año, estemos agradecidos por las cosas que tenemos y por las cosas que no, estemos agradecidos por las oraciones contestadas y también por las no contestadas, estemos agradecidos por los anhelos que Dios satisfizo y más aún por los no satisfechos (¿no son estos los que nos acercan aún más a Dios?), alegrémonos por los planes que salieron bien, y por los planes que no, porque TODO tiene un propósito, y nosotros somos lo suficientemente privilegiados inmerecidamente para saber que la mano de Dios está detrás de todo y que todo obra para el bien de aquellos que le aman (Rom. 8:28). Todo lo que hace tiene como objetivo acercarnos a Él y moldearnos más como Cristo, especialmente el sufrimiento, las pruebas, los anhelos insatisfechos y las oraciones sin respuesta, y por eso podemos estar eternamente agradecidos.

No he descubierto cómo estar agradecida todo el tiempo, o cómo confiar en Dios en medio del sufrimiento, o cómo estar gozosa cuando todo lo que quiero es una salida fácil a las dificultades de estas vida, lo confieso. Pero también puedo decir que sé que Dios es lo suficientemente misericordioso para moldear mi corazón y el tuyo y glorificarse a sí mismo a través de nuestra vida, incluso en nuestra debilidad, si somos lo suficientemente humildes como para pedírselo en oración. Y Él puede responder una oración como esa, no porque tu o yo seamos buenos, sino porque ÉL es bueno. Meditemos en ello y dejemos que Dios transforme nuestro corazones gruñones en corazones que estén profunda y eternamente agradecidos.

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