By Andrea Guachalla
“Baila conmigo.”
Esas fueron las palabras que viajaron a través del aire electrizado hasta los oídos de Anna al momento preciso en que pensaba en retirarse de la fiesta. Estaba cansada después de su viaje y estaba segura de que Kitty estaría totalmente bien sin ella. Nadie notaría su ausencia, después de todo, era el momento de brillar de Kitty como debutante entrando oficialmente a la alta sociedad de Rusia a la tierna edad de 18.
Llegó como un suspiro, pero completamente claro. Era el encaprichado Vronsky, quien demandaba un baile con Anna. ¿No se supone que debería haber estado bailando con Kitty, quien incluso esperaba pronto una propuesta de matrimonio de su parte?
No…
Era Keira y Taylor, Sofía y Leon, Anna y Vronsky, Kitty y Konstantin.
“Baila conmigo. Toma mi diario, léelo todo. Sé mía y yo seré tuyo.”
Era una novela… ¡No! Una película… ¡No!
Era un baile.
Fue en 2012. El año de oro cuando aún otra adaptación de Anna Karenina sería estrenada. Pero no simplemente “otra”adaptación. Opuesta a las 15 adaptaciones en película y 3 mini-series que la precedieron haciendo el intento de hacerle justicia cinematográfica a una de las obras literarias más grandes de León Tolstói, Joe Wright y su equipo tomaron un giro diferente que fue tanto aclamado como criticado: La mayor parte de las escenas fueron producidas y filmadas en cuatro estudios cerrados.
Las frías interacciones entre Anna y su esposo – Alexei, la primera propuesta de Konstantin a Kitty, e incluso la carrera de caballos de Vronsky, todos ellos presentados en los confinamientos de un estudio ingeniosamente decorado como un viejo teatro.
Ya sea que ames u odies al personaje principal, o la extensión del libro – que se acerca a las 1000 páginas -, es una genialidad de pieza en la que se despliegan dos historias paralelas: Una aristócrata, conocida mujer casada que rinde su vida al pecado y al arrepentimiento, Anna Karenina; y la historia de un hombre rico que busca reformar la vida de la servidumbre y casarse con una joven mujer que es, quizá, muy joven para él, Konstantin Levin. Ambos representan a través de sus debilidades, luchas, y desesperación la complejidad de las alta sociedad rusa de los siglos XIX y XX. Su superficialidad, y absurda hipocresía, sus estándares morales y reglas no habladas.
¡Qué tragedia y escándalo para la sociedad aristócrata rusa! El mismo Vronsky que se supone iba a casarse con Kitty termina fugándose con Anna, entrando así a la relación más destructiva y posesiva de su vida. Mientras que Kitty es redimida casándose con el hombre más altruista y humilde, Konstantin, quien después de años de lucha con sus propias creencias termina profesando la fe cristiana.
Un par caminando hacía la destrucción y la desesperación, destruyendo familias y lazos en su camino. Y un par caminando hacia la humildad y la resistencia, construyendo un hogar de amor que daría finalmente significado a su fundida existencia.
¡Qué calamidad! Y aún así, que gozo.
Como la vida de Tolstói, de quien la esencia es con frecuencia capturada en los personajes que creó.
Anna representa parcialmente su yo travieso y superficial, para los lectores, ella recuerda al joven León Tolstói quien era un hombre aristocrático, incapaz de ver el amor por lo que realmente era, su promiscuidad sexual antes de casarse con Sofía y sus pensamientos suicidas. Luego tenemos a Konstantin Levin, cuya vida hace eco de las mismas experiencias y pensamientos de Tolstói. El representa al hombre que finalmente entiende el gran mandamiento de amar a Dios y, por tanto, a tu prójimo como a ti mismo, y que aún así sigue luchando con pensamientos suicidas, y se encuentra a si mismo a tiempos incapaz de apreciar la familia que se le dio.
Anna y Konstantin, una representación de la larga búsqueda del significado de la vida y la muerte de León Tolstói.
Añadido a eso, tanto la novela como la película son una compleja representación, una metáfora, una pieza de vida sobre allí y entonces. Una pieza sobre política, religión, y moralidad, sobre hipocresía, celos, y el mal comportamiento de una sociedad. Anna Karenina es más que el capricho de Anna y la redención de Kitty, es la alta estima de la familia sin importar si es una feliz o infeliz. Y aún así, aunque sea tan profunda como sea posible imaginarla, todo es un teatro…
Es la alta sociedad rusa actuando y juzgando, pero nunca siendo verdaderamente real. Son los personajes sinergistas y antagonistas siendo abiertamente hipócritas y ridículos como si la vida fuera solamente un viejo teatro, un solo escenario donde debes ponerte la mejor máscara y pretender ser alguien más. Porque para ellos la vida no es la realidad, la vida es un baile coreografiado.
Sin embargo, fuera de ese simple escenario y el complejo baile, personas reales están viviendo vidas reales, con verdaderos sentimientos y verdaderos desafíos. Las personas están viviendo desastrosas y armónicas vidas dignas de ser vividas y re-vividas. Fuera de esa jaula donde vive Anna hay significado. ¡Que contraste hace! Mientras que Anna es una prisionera, los personajes que se atreven a ser vulnerables y heridos son libres.
No podría haber habido una mejor manera de representar este marcado contraste que con las abruptas transiciones entre escenas en la película, donde Seamus McGarvey – manejando la cámara -, Sidi Cherkaoui – coreografiando hasta los movimientos más leves -, y Dario Marianelli – componiendo el soundtrack en un tono amaestradamente metaficticio – lograron exitosa e ingeniosamente hacer transiciones desde la oficina de Stiva a un elegante restaurante en cuestión de segundos, y del elegante restaurante al salón de baile donde Kitty – sentada en un escenario lleno de nubes – espera a Konstantin porque…
“Ella es de los cielos, y él es de la tierra.”
Son esas transiciones las que pueden llevarte de la desesperación de Anna al corazón roto de Konstantin, y de sus desdichas a la promesa de días mejores (o días mortales).
La carta de Stiva, el dolor de Dolly, Betsy aprobando la mala conducta de Anna, el capricho de Vronsky , la decepción de Kitty, la búsqueda de felicidad y paz de Konstantin, el tren acercándose a un alma que siempre estuvo muerta… Un baile. Un baile complejo.
Un baile pensado por Sidi desde el mero principio hasta el mismo final. Desde el falso arrepentimiento de Stiva a los pasos mortíferos de Anna. Un salón de baile con pasos coquetos acompañando el más misterioso baile. El que le daría a Kitty la dolorosa libertad de esperar largos años a escuchar un suspiro viniendo de los labios de Konstantin que finalmente pidan:
“Ya lo sé, tu vienes de los cielos y yo soy de la tierra.
Sin embargo… baila conmigo.”
Otras fuentes:
- Elisabeth Stenbock-Fermor (1984). La Arquitectura de Anna Karenina: Una Historia de su Escritura, Estructura y Mensaje. The Peter de Ridder Press.
- Killian Fox (2012). ¿Cómo la visión de Joe Wright de Anna Karenina vino a la vida?. The Guardian.
- DP/30 (2012). Anna Karenina, diseñadora de producción Sarah Greenwood, decoradora de set Katie Spencer.
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