Por Andrea Guachalla
Con el resto del mundo, estoy atrapada en la incertidumbre y el sufrimiento. Como a muchos ya les pasó, he caído. Aunque no he caído enferma, sino que he caído en este estado egoísta llamado autocompasión, donde crees que eres el único que está pasando por un momento difícil. Yo, viviendo en un país donde las cosas salieron bastante bien en comparación con otros países, incluso con la segunda ola de COVID-19 empezando. Yo, teniendo comida en mi refrigerador, un techo sobre mi cabeza, atención médica cuando la necesito, una familia que me hace compañía, una buena oficina en casa, una iglesia donde asistir y aprender, ser amada y cuidada.
Yo, egocéntrica como siempre he tendido a ser, siento pena por mí misma. Porque, por supuesto, soy un humano pecador que no puede contar sus bendiciones. Soy la persona que decide no ver las cosas buenas, y decide quejarse por las cosas malas. Y no solo eso, sino que me atrevo a tomar valiosos minutos de mi día para reflexionar sobre todo lo que está mal, pierdo el tiempo que Dios misericordiosamente me dió y lo desperdicio siendo malagradecida, egoísta y egocéntrica.
Pero el Señor es bueno y, en lugar de dejarme ir por este camino de autocompasión, me dio tiempo para reflexionar y pensar.
Hace unos días, me desperté e inmediatamente tomé mi celular para verificar las estadísticas de COVID-19 en mi país de origen, Bolivia. Ahora que Austria está mejor e incluso se nos permite reunirnos sin usar máscaras, no me preocupo tanto por mi lugar de residencia como lo hago por el país que amé primero. Todas las noticias que leo indican una cosa: si alguna vez pensé que estaba sufriendo en toda esta crisis, es porque nunca me puse a pensar en todos los que están en primera línea y que han estado trabajando sin parar durante todos estos meses.
Algunos periódicos informan que muchos policías, personal de salud y políticos han contraído el temible virus mientras hacían su trabajo. Aunque las cosas se ven diferentes en cada país de acuerdo con los suministros disponibles para trabajar, una cosa es segura: los que están en primera línea contra el COVID-19 corren un riesgo inimaginable que debemos entender.
Por supuesto que todos estamos expuestos a diferentes niveles de angustia: algunos de nosotros estamos preocupados por los viajes que se cancelaron, algunos están ocupados con cargas extra pesadas de clases, algunos enfrentan problemas financieros, el principal problema de algunas personas es el aburrimiento y otros enfrentamos la muerte y la enfermedad, pero la mayoría de nosotros estamos atravesando este momento en la seguridad de nuestros hogares. Tenemos la esperanza de que nuestra salud se mantendrá intacta.
Pero este no es el caso de otros, algunos enfrentan la muerte, la enfermedad, el desastre y la desesperación todos los días. Nuestra pesadilla de estar cerca de alguien enfermo es la vida cotidiana de los que están en primera línea y lo ha sido durante los últimos cuatro meses. En primera línea: policías, personal de salud, técnicos de laboratorio, periodistas, bomberos y más. A diferencia de nosotros, ellos no pueden permanecer en la comodidad y seguridad de sus hogares. Sin importar qué, ellos deben hacer su trabajo.
La única forma en que puedo acercarme un poco a comprender los sentimientos de estas personas es recordando a un jefe de policía de Bolivia que, después de varias semanas de intentar controlar los disturbios y la casi guerra civil que tuvo lugar en el país el año pasado, apareció en la televisión y dijo: “Por favor , ya basta. Nosotros también tenemos familias, queremos ir a casa. Queremos vivir. Por favor, paren.”
Me imagino que esas son las palabras exactas que cientos de trabajadores del área de salud y personal que está en primera línea diciendo mientras intentan hacer su trabajo: “Nosotros también tenemos familias, queremos ir a casa”. Pero es su trabajo estar allí. Es su trabajo cuidar desinteresadamente de los demás hasta que la situación esté más bajo control.
Ver cómo trabajan todas estas personas y cuán altas son las posibilidades de que se enfermen me hizo dar cuenta de que no deberíamos quejarnos, y me entristece ver a tanta gente criticando a la ligera a todas estas personas que están haciendo el mejor trabajo posible. Me entristece ver a la gente hablar mal y criticar a todos estos trabajadores en primera línea y al sistema de salud desde su cómodo sofá sin hacer nada para mejorar la situación. Me entristece ser una de las personas que ha caído en la espiral de autocompasión que no me permite empatizar más con su sufrimiento y hacer algo al respecto. Me entristece ver con qué frecuencia quitamos los ojos de Cristo y olvidamos que debemos hacer todo con un corazón agradecido, y alabar lo que es bueno. Deberíamos contar nuestras bendiciones.
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.
Filipenses 4: 8-9, Reina Valera 1960
Si tú también estás enfocado en las cosas malas, si has caído en esta espiral de autocompasión que no te permite ver más allá de tus propios problemas, si criticas a la ligera lo que otros están haciendo, y/o si has estado malgastando tu tiempo en lugar de buscar formas de ayudar, permíteme hacerte una pregunta: ¿ESTÁS HACIENDO TU PARTE?
Si eres alguien que está trabajando en primera línea leyendo esto, déjame agradecerte y bendecirte por lo que estás haciendo. Gracias por hacer tu parte como profesional de salud, como policía, como periodista, como trabajador de funeraria. Permíteme decirte cuán agradecidos estamos por cómo el Señor te está usando para salvar vidas, evaluar la situación, asegurarte de que la población siga las restricciones. Gracias por tu servicio desinteresado que pone en riesgo tu salud. Déjame decirte que hay gente que está orando por ti y tu familia y que hay un Dios que conoce las intenciones de tu corazón y es Él quien recompensa.
Si eres alguien que no está trabajando en primera línea pero aún así estás haciendo tu parte como una madre aprendiendo a hacer homeschooling, un hijo ayudando lo más posible en el hogar, o alguien que está trabajando en otras áreas además de la primera línea y estás ocupando tu tiempo sabiamente, tratando de ayudar siguiendo las restricciones, educando a otros, cuidando a tu familia y cuidando a tus amigos: ¡Que el Señor te bendiga, te guíe y siga dándote la fuerza para hacer todo lo que estás haciendo! Sigue haciendo las buenas obras que el Señor ha preparado de antemano para que hagamos (Efesios 2:10).
Ahora, si eres alguien como yo que ha caído en esta espiral de autocompasión que te impide ayudar a los demás y estás enfocado en ti mismo, tus problemas, tus decepciones y tus sentimientos, si estás demasiado ciego para ver todas las bendiciones que tienes en este momento y te quejas deliberadamente sobre el gobierno, el sistema de atención médica en tu país y/o sobre los que están en primera línea, déjame preguntarte una cosa: ¿cómo te atreves?
Sabiendo cómo el mundo se está desmoronando y cómo otros están desinteresadamente dando sus vidas para servir a los que están enfermos, a los que están muriendo, a las familias que están de luto: ¿cómo te atreves a sentirte mal por ti mismo? ¿Cómo te atreves a ignorar todas las cosas buenas que tienes? ¿Cómo te atreves a ignorar todas las oportunidades que tienes para servir a los demás? ¿Cómo te atreves a sentarte en tu cómodo sofá y criticar a la ligera? ¿Puedes ver cuán hipócrita y egoísta es quejarse de los problemas sin siquiera tratar de ser parte de la solución?
Si eres como yo y has estado perdiendo el tiempo entreteniéndote con la televisión, las redes sociales, libros o lo que sea, solo para escapar de una realidad que afecta a algunos más que a otros, si has estado ignorando tus bendiciones y has estado justificando tus acciones y pensamientos egoístas, si has estado compadeciéndote a ti mismo, déjame reprenderte y decirte que es hora de PARAR. Estamos en medio de una pandemia en el siglo XXI, es hora de hacer algo, ¡es hora de salir de tu burbuja egoísta!
El mundo no solo necesita profesionales de salud, policías o políticos para implementar restricciones. El mundo nos necesita a todos y cada uno de nosotros, y puedes estar seguro de que Dios puede usar tu vida de muchas maneras para bendecir a los demás. No seas tan arrogante y orgulloso como para pensar que debido a que no estás en primera línea tus responsabilidades en esta situación se ven disminuidas, o que no puedes ayudar al mundo a superar su deplorable estado.
No seas tan orgulloso como para concentrarte en tus problemas, debilidades y limitaciones, ignorando que servir a los demás no se trata de ti y de tus habilidades, sino de un Dios bueno que puede usar incluso al ser humano más débil y despreciable para cumplir Sus propósitos. No seas tan orgulloso, amigo mío. Esto no se trata de ti, y no se trata de mí. Se trata de pedirle a Dios que trabaje a través de nosotros, y de cuidar a los demás, se trata de ser humilde ante el Señor (Santiago 4: 6).
Todos tenemos un papel que desempeñar en estas circunstancias sin precedentes y, si no estás seguro de por dónde comenzar, permíteme recomendarte leer esta guía de supervivencia que aborda algunos pasos prácticos que puedes tomar hoy para usar tu tiempo sabiamente en este tiempo de encierro e incertidumbre. En la siguiente sección, permíteme centrarme en cómo podemos apoyar a los que están trabajando en primera línea.
1. ¡ORA por ellos!
Ya sea que tengas amigos o familiares que estén en primera línea, o incluso si no conoces a ninguno en persona, no importa: ORA POR ELLOS. Ponlos en tu lista de oración y ora por fortaleza, por protección y guía del Señor. Ora por sus familias y ora para que obtengan los recursos y la sabiduría que necesitan para salvar la vida de otras personas.
ORA. Que ellos estén en tus oraciones noche y día. Cuando te encuentres perdiendo tu tiempo entreteniéndote con el internet, detente por unos minutos y ora por ellos. Son más importantes que cualquier cosa que necesites para escapar de la realidad.
El Señor es bueno y escucha nuestras oraciones sinceras con empatía y amor. Quizás no puedas ver de manera tangible cómo Él responde a tus oraciones y cómo está fortaleciendo a aquellos por quienes estás orando, pero puedes estar seguro de que Él es bueno y nos escucha. Una de las cosas principales que todos necesitamos en esta situación es el apoyo espiritual.
Así que: ora.
2. Comunícate con gente que conozcas de la primera línea
Si conoces a alguien que trabaje en primera línea, comunícate con ellos. Pregúntales cómo están, hazles saber que estás orando por ellos, ofrece de tu ayuda.
Estas personas son seres espirituales como tú y, antes que nada material, necesitan tu apoyo espiritual y emocional. Así que llámalos. Haz una lista de todos tus amigos, familiares o conocidos que están en primera línea y haz que sea un hábito durante estos meses el comunicarte con ellos todas las semanas y preguntarles si puedes orar por ellos, envíales mensajes de aliento agradeciéndoles y preguntándoles si necesitan algo.
Esos detalles y esfuerzos son el resultado de cómo el Señor está trabajando a través de ti para amar y bendecir a los demás y es así como te muestra formas prácticas de hacerlo. Ora para que el Señor te brinde oportunidades para responder a sus necesidades espirituales y que Él te dé genuina empatía y amor por ellos.
3. Ayuda de manera práctica
Orar por ellos y ofrecer tu apoyo emocional y ánimo ya es algo, pero la oración debe venir acompañada de acciones. Por lo tanto, ofrece ayuda práctica de cualquier forma que sea necesaria.
Por supuesto, esto debe hacerse con mucho cuidado ahora que las restricciones son rígidas en muchos países y el número de casos está aumentando. El riesgo de infectarse e infectar a otros es alto, pero siempre hay formas de servir prácticamente. Hace unos meses, leí acerca de los vecinos de una enfermera que se turnaban para limpiar su casa mientras ella trabajaba, preparar bocadillos para que lleven al trabajo también es una buena alternativa, o incluso simplemente ofrecer hacer las compras en el supermercado por ellos, contactarte con sus familias y ofrecer palabras de aliento también es algo factible. Comienza una conversación con ellos y descubre de qué maneras podrías servirles.
Lo que sea que puedas hacer, ¡hazlo! Sé creativo de acuerdo a tus circunstancias y la de aquellos a quienes te gustaría apoyar. Ora para que el Señor te brinde oportunidades para servirles de cualquier manera que sea necesaria. Ora para que Dios te revele sus necesidades y que pueda responder a ellas.
4. ¡Haz tu parte!
Todas estas personas están haciendo su parte. Y a pesar de que todos tenemos nuestras propias ocupaciones, ya sea trabajar desde casa, cuidar a nuestra propia familia o perder el tiempo en entretenimiento, una cosa es segura: mientras tú tienes tiempo para relajarte, ellos están trabajando en uno de los escenarios más aterradores que podría haber en esta pandemia. Y otra cosa es segura: si ellos pueden trabajar en medio de todo esto y encontrar la fuerza para hacerlo, ¡tú también puedes hacer tu parte!
Siempre hay algo que hacer. En primer lugar, debemos ser responsables y seguir las restricciones y recomendaciones que establece el gobierno para evitar la propagación del virus. Esto es crucial y contribuye a mejorar la situación general. Si cada uno de nosotros se toma en serio las restricciones por amor a Dios y a otros sabiendo que podríamos ser portadores de COVID-19, sin duda estaremos ayudando a los que están en primera línea y dando un ejemplo para que otros lo sigan.
Además de esa responsabilidad crucial, puedes hacer tu parte comunicándote con amigos para ver cómo están y preguntándoles si necesitan algo, puedes buscar formas de satisfacer las necesidades básicas de las personas más necesitadas en tu barrio, piensa mejor formas de servir a tu familia en tu hogar, investiga y apoya organizaciones/ministerios (como este) que están recaudando fondos activamente para responder a las necesidades básicas y médicas de aquellos que más lo necesitan, incluso puedes comenzar a recaudar fondos tu mismo. Pero si no puedes hacerlo, puedes apoyar – financieramente, logísticamente o incluso simplemente compartiendo su trabajo con tus amigos – a quienes lo están haciendo.
Sea lo que sea, ¡haz algo! ¡Haz tu parte, no seas un espectador! Usa el tiempo, los dones y recursos que te dio Dios para algo que lo honre. Que el Señor nos prohíba centrarnos tanto en nosotros mismos que ni siquiera podamos ver las necesidades y el sufrimiento de otras personas. Que el Señor nos dé un corazón humilde que dependa de Él. Que el Señor use nuestras vidas, nuestros recursos y nuestros dones para bendecir a otros.
Todos tenemos un papel que desempeñar, ¡que el Señor nos muestre el camino y nos lleve a actuar!
1 thought on “UN LLAMADO A SERVIR A AQUELLOS QUE NOS SIRVEN”