DÍA DE LOS ENAMORADOS… OTRA VEZ

Por Andrea Guachalla

Flores, ositos de peluche, innumerables parejas cogidas de la mano llenando las calles con caras sonrientes (¿tal vez algunas sonrisas falsas?): Así es como se ve el 21 de septiembre en Bolivia (cuando se celebra el equivalente al día de San Valentín). No hay lugar para rostros sombríos, no hay lugar para aquellos que aún no han encontrado a su “otra mitad”, y no hay lugar para… Bueno…

Para mi.

21 de septiembre de 2017.

Ese año estaba más sola que vegano en parrillada y comencé mi día fingiendo que había olvidado que era el Día de los Enamorados. Así que seguí con mi vida rutinaria y fui a hacer las compras semanales al supermercado justo después de 8 horas de trabajo en el laboratorio. Gran error, debería haberme escondido en mi cueva hasta el día 23.

Yo , caminando sola, cargando las bolsas del supermercado, no encajaba con el panorama de celebración romántica general que estaba tomando lugar. De hecho, seré honesta y diré que arrastrar mis bolsas mientras trataba de no chocar con todas las parejas que se cruzaban en mi camino no solo me hizo sentir incómoda y fuera de lugar, sino que también me hizo sentir una especie de vergüenza que hasta ese momento había permanecido desconocida.

No necesito recalcar que ese día no recibí flores, ni ningún osito de peluche. Pero lo más importante es que no tenía alguien que me ayudara a llevar las bolsas del mercado, lo que me hizo sentir un poco, ya saben… miserable. Y aunque esa experiencia debería haber sido fácil de ignorar y olvidar, en realidad vino con mucha reflexión y un nuevo identificador en mi carnet de identificación mental: Soltera. 

Aunque pude reconocer que la pomposa celebración respondia en muchos casos no al “amor” como se define en la Biblia (1 Cor. 13) sino al “amor” como lo define el mundo (un mero sentimiento), eso no evitó que mi descontento creciera junto con el deseo de tener lo que los demás tenían. Mi descontento creció exponencialmente con el anhelo de una relación que erroneamente asumía iba a completarme como persona, era idolatría de algo que nunca podría satisfacerme, lo que me llevó eventualmente a fundamentar mi identidad, gozo y propósito en un simple factor: mi estado civil.

Podemos estar de acuerdo en este punto en que lo único que podemos lograr con tanto pensar e idolatrar es mantener nuestro enfoque lejos de Cristo. 

Si estás super soltero o soltera como yo y tienes que pasar el Día de los Enamorados solo una vez más, déjame contarte algunas cosas que aprendí: si te entristece tu soltería cuando se acercan estas celebraciones, podría ser porque estás idolatrando una relación (1 Cor. 10: 7) – ya sea existente o inexistente – que no puede satisfacerte: solo Cristo puede satisfacer tus necesidades y anhelos (Fil. 4:19). Si no puedes encontrar contentaminto en tu soltería, te animo a buscar la sabiduría de Dios y entregarle tus cargas en oración.

Cuando luchas con anhelos insatisfechos, debes acercarte a nuestro Salvador sabiendo que Él te dió estos años de soltería con un propósito para que los uses para Su gloria. Puedes estar seguro de que si crees en Cristo como tu Señor y Salvador, estás completo en Él sin importar tu estado civil. En última instancia, tu identidad, valor y gozo son definidos por Aquel que nunca cambia (Heb. 13:8), por Aquel cuyo amor revela tu verdadero valor sin importar si hay (o no) alguien para cargar tus bolsas de mercado, por Aquel cuya sabiduría y amor son infinitos.


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