EL DÍA DE LA MUJER BAJO LA ARDIENTE FURIA DEL FEMINISMO

Por Andrea Guachalla

De norte a sur, de este a oeste, se celebró el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo, aunque… quizás “celebración” no sea la mejor palabra para describirlo. No fue un día para celebrar a las mujeres y la feminidad, y el diseño y los privilegios que Dios les ha dado a las mujeres, sino más bien un conjunto esperado de… protestas. Por todo el mundo. Protestas con el objetivo de enseñar a las mujeres que es por lo que deben luchar, qué deben valorar y cómo deben verse (o como no deben verse).

Si hubieras podido viajar por el mundo ese día y presenciar todas las protestas, probablemente habrías experimentado de todo, desde una casi indiferencia hasta una incredulidad consternada.

Por todas partes habrías visto a miles y decenas de miles de mujeres protestando en las calles. Desde mujeres japonesas marchando tranquila y ordenadamente por las aceras de Tokio hasta mujeres indias caminando con sus tradicionales ropas coloridas. Desde mujeres francesas protestando desnudas como para demostrar con su desnudez que las mujeres son iguales a los hombres (?), hasta mujeres mexicanas prendiendo fuego intencionalmente a mujeres policías que fueron enviadas para contener la rabia feminista (foto de arriba). Debo decir… Como ex-feminista, y como mujer, me avergüenzo en su lugar. Y me avergüenzo más porque sé que ellas no lo están.

Si buscas “Día Internacional de la Mujer” en Google encontrarás decenas de artículos que hablan sobre la “reivindicación” de las mujeres, sus derechos vulnerados, la necesidad de igualdad y su estado de víctimas ante patriarcado, la heteronormativa e incluso el capitalismo… Hay una razón por la que las feministas argentinas afirman con orgullo que “sin feminismo no hay socialismo”.

Hay tan poco espacio para oponernos a la narrativa feminista que todo lo que podemos hacer es preguntarnos: ¿Se supone que todas las mujeres deben defender su ideología incluso si no quieren apoyar el movimiento? ¿Se supone que los hombres, que a menudo son discriminados por el movimiento feminista, permanezcan como espectadores silenciosos? ¿Se supone que debemos permitir que las feministas destruyan silenciosamente el mundo que Dios nos dio para administrar y que degraden el significado de la feminidad, la familia, el matrimonio, la maternidad e incluso la vida?

En la protesta que tuvo lugar en la ciudad de Viena, donde se reunieron alrededor de 2.500 hombres y mujeres, alguien portaba un cartel que decía:

Recuerda, reclama, enfurécete, reparación”.

En el mundo feminista, eso es lo que se supone que debemos hacer: se supone que debemos resentir a todos los hombres, por cómo ellos hicieron daño a nuestros ancestros mujeres desde el comienzo de la civilización (¿las mujeres realmente solo han experimentado opresión?), a pesar de que las mujeres tenemos todos los derechos fundamentales que tienen los hombres, se supone que debemos reclamar algún tipo de “derechos especiales” solo porque somos “oprimidas”, se supone que debemos reclamar el derecho a matar a nuestros propios bebés, por ejemplo, y tenemos derecho a lastimar a otros mujeres que no están de acuerdo con nuestra narrativa, se supone que debemos vivir enfurecidas y descontentas, incluso si tenemos más ejemplos de hombres buenos que malos. Se supone que debemos pedir reparaciones, pero ¿quién se supone que pague esas “reparaciones”? La lista es interminable…

De acuerdo con la narrativa feminista, se supone que todos deben pagar, especialmente los hombres y la iglesia, y las feministas son las jueces finales de todo lo que es bueno y lo que no lo es. Las feministas pueden usar excusas y una táctica de victimización para promover su ideología, pero la verdad es que (y lo vimos la semana pasada), aunque afirman protestar por la igualdad, la vida y la justicia, su propio pensamiento y egocentrismo apoya la desigualdad, la muerte y la injusticia.

Las mujeres feministas afirman falsamente estar luchando por la igualdad, mientras que al mismo tiempo discriminan a los hombres por su género, no por sus acciones; afirman que luchan para detener los feminicidios sin tener la menor de las preocupaciones por las 62 mujeres policías y 19 civiles que resultaron heridas (algunas de gravedad) por las violentas protestas feministas en México DF; dicen que luchan por la vida mientras que presionan obstinadamente a los gobiernos para que legalicen la matanza de bebés no nacidos y financien las clínicas abortivas… ¿Cómo tiene esto algún sentido? Dicen que luchan por la justicia mientras usan un día festivo como el Día Internacional de la Mujer como excusa para recorrer las ciudades quemando negocios y destrozando autos – muchos de ellos propiedad de otras mujeres-, quemando cruces frente a las iglesias y destruyendo el interior de los templos…

Y todo este sinsentido mientras se le pide a todos que se les unan, ya que si no te les unes eres calificado de “anti-mujer”… Incluso si eres una mujer.

¿Qué es una mujer real hoy en día? ¿Ser mujer implica luchar contra el “patriarcado” y la propia feminidad? ¿Ser mujer significa defender la promiscuidad sexual y el derecho a matar bebés no deseados como una forma de ser igual a los hombres? ¿Ser mujer significa vivir solo para cuidar de nosotras mismas, nuestros sueños, nuestro placer, nuestras carreras y nuestro bienestar sin prestar atención a quienes nos rodean? ¿Ser mujer incluye asumir que los hombres son malos y negarse a ver ellos son de beneficio para la sociedad, la iglesia y la familia?

Me atrevo a decir que sí, sí, sí y sí. Eso es ser mujer… Una mujer feminista.

Ahora preguntémonos, ¿la Biblia apoya alguna de esas cosas?

Voy a tener que decir que “no” a eso.

Una mujer real, bella y gentilmente diseñada por el Creador de todas las cosas no se parece en nada a lo que el mundo y la narrativa feminista nos piden que seamos. Una mujer diseñada por Dios es una mujer que teme al Señor y lo ama, lo cual es es el comienzo de la sabiduría, una mujer es quien guarda su corazón porque de él fluyen las fuentes de la vida. Es una criatura que busca servir a Dios, a su familia y a su prójimo, y alguien que agradece a Dios por el don de llevar vida en su vientre, viendo como un privilegio el poder criar hijos bajo la instrucción de la Palabra.

Cuán privilegiadas son las mujeres que están detrás del corazón de Dios que no necesitan odiar a los hombres, la sociedad y asumir lo peor de los demás, sino que pueden abrazar el diseño que Dios le ha dado a cada una de acuerdo al género que Dios les dió. Las mujeres piadosas alaban al Señor por la forma en que ha creado a los hombres como proveedores, líderes y protectores, y a las mujeres como ayudantes, administradoras, nutridoras y dadoras de vida. Una mujer que intenta comprender su diseño bíblicamente comprenderá sus roles son diferentes al de los hombres, y que eso no la hace más o menos de ellos; ella sabe que Dios mismo dijo que “todos somos iguales en Cristo” (Gálatas 3:28).

Eso… Eso es ser mujer. Una mujer de Dios.

Qué gran diferencia hay entre vivir en resentimiento y perdonar, estar enfurecido y buscar la paz, odiar el cuerpo de uno sometiéndolo a procedimientos de aborto y exhibirlo, y amar cómo Dios lo ha diseñado para darle vida y cuidarlo. Cuán completamente diferente es invertir el tiempo, la energía y los recursos de uno solo en la autocomplacencia, en lugar de administrarlo sabiamente para vivir una vida de servicio a Dios, la familia, nuestro prójimo y el cuerpo de Cristo.

Un lado te ofrecerá egocentrismo y desesperación, el otro te mostrará a un Dios misericordioso que puede dar paz, gozo, propósito y significado no solo a las mujeres cristianas, sino a todos los que se acerquen a Él en arrepentimiento poniendo su fe en el Señor Jesucristo. Él quien es nuestro máximo estándar de santidad, amor y servicio, quien murió en una cruz, resucitó y fue glorificado para reconciliarnos con el Padre.

¿Recuerdas ese cartel de la protesta en la ciudad de Viena?

Recuerda, reclama, enfurécete, reparación“.

Curiosamente, este eslogan fue escrito en apoyo al movimiento feminista bajo el texto “REVOLUCIÓN TRANS” por un grupo que también apoya la ideología transgénero. En todo el mundo, el movimiento feminista es ampliamente apoyado por el lesbianismo y el transgenerismo (nótese todas las banderas del orgullo gay en las protestas) con el objetivo de redefinir la feminidad, la familia y la vida. En la práctica, esto demuestra ser mucho más anti-mujer que cualquier otro movimiento o cultura machista. En lugar de llamar a las mujeres a amar su feminidad, las llama a odiarla; en lugar de llamarlas a nutrir y proteger la vida, los llama a derrocar a la sociedad y dañar la vida.

Qué bondadoso es Dios quien no nos llama a hacer nada de a lo que nos llama el feminismo, sino todo lo contrario. No necesitamos recordar ofensas pasadas, enfurecernos contra Dios, los hombres y la sociedad, y reclamar que el mundo repare nuestra sensación de victimismo, sino que podemos:

“Agradecer (1 Tes. 5:18), perdonar (Efesios 4:32), amar (Juan 15:12) y servir (1 Pedro 4:11)”.

Agradecer a Dios por el don de la vida, perdonar a quienes nos ofenden o nos hieren, amar a Dios, al prójimo e incluso a nuestros enemigos, y servir a otros sin distinción.


References:

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