Por Andrea Guachalla
Cuando Job está cuestionando las razones por las que esta pasando por tanto sufrimiento, pregunta:
“¿Qué ganaré yo por no haber pecado?” – Job 35: 3
Él no había hecho nada malo, había sido una persona ejemplar, siguió los mandamientos de Dios, e incluso hacía ofrendas a Dios en caso de que sus hijos e hijas hubieran pecado contra Él. Era un hombre sabio, inteligente y de buena reputación y, sin embargo, le sobrevinieron las mayores desgracias.
Perdió su tierra, perdió su ganado, perdió a sus hijos, hijas y sirvientes, además, perdió su salud y su reputación, y las únicas personas que estaban allí para consolarlo sólo empeoraban las cosas.
Job estaba solo. O al menos se sentía así. Había sido bueno y, sin embargo, Dios había permitido toda esta destrucción. Probablemente miró a las personas cercanas y se preguntó por qué ellos, que ni siquiera estaban cerca de ser tan fieles y sabios como él, no tenían que soportar la mitad de las dificultades que él estaba enfrentando.
¿Por qué?
¿No te preguntas eso cuando las cosas van mal aunque has estado tratando de servir a Dios? ¿No cuestionas la bondad de Dios cuando parece que te está castigando aunque realmente estás tratando de seguir Sus mandamientos? ¿No agitas el puño hacia el cielo a veces y exiges una respuesta? ¿Nunca vas tan lejos como para preguntar “qué gano yo por no haber pecado”?
Yo he hecho todas estas preguntas en algún momento. Todavía las hago en mis momentos de debilidad. “¿Qué gano yo por no haber pecado?”
Tratas de servir, tratas de conocer a Dios más profundamente, oras, vas a la iglesia, pones el bienestar de los demás antes que el tuyo, renuncias a tus sueños terrenales en un intento de seguir los mandamientos de Dios… Y sin embargo, en lugar de obtener una recompensa tangible obtienes rechazo, insultos, burlas, persecución, pierdes tu trabajo, o tu salud, o amigos, o incluso miembros de tu familia. La recompensa nunca parece llegar, los deseos de tu corazón nunca parecen cumplirse. Desgracia tras desgracia parece ser lo único que te espera.
¿Cómo estoy mejor sirviendo a un Dios que no parece preocuparse por mí, que pecando como lo hace el mundo? Conozco a hombres y mujeres a quienes no les importa en absoluto Dios y sus mandamientos, siguen sus caminos de acuerdo con su sabiduría mundana y no parecen enfrentar la mitad de las dificultades que enfrentan muchos cristianos. Casi parece que están siendo recompensados por su infidelidad y rebelión, mientras que los cristianos están siendo castigados por exactamente lo contrario.
En nuestros momentos más débiles y oscuros, tendemos a comparar nuestra vida con la de los demás e ignoramos las bendiciones de Dios. Inundados por el descontento tendemos a enfocarnos en las dificultades de la vida y no en las cosas que se nos dan sin que las merezcamos, siendo la primera de ellas la salvación a través de Cristo, un regalo de Dios dado a su pueblo. Ignoramos que incluso si los incrédulos parecen estar disfrutando la vida genuinamente, enfrentarán la mayor condenación al final de sus vidas, la de estar en guerra con un Dios Santo que los juzgará por su rebelión contra Él. Dios los entrega a sus pasiones, vicios y deseos pecaminosos como una forma de condenarlos, no de recompensarlos.
Puede que eso sea fácil de entender, ¿cierto? A cualquiera que rechace a Cristo le podrá ir bien en este mundo según los estándares humanos, pero el infierno los espera. La Biblia es clara acerca de eso.
Lo que es difícil es entender el propósito que tiene Dios con todas las dificultades que enfrentamos en nuestra vida cristiana, aunque la Biblia también es clara acerca de eso (Santiago 1). Seguir y obedecer a Cristo ciertamente trae sufrimiento al punto que te hace preguntar: ¿Cuál es el sentido de todo esto? Si la vida solo se trata de sufrimiento y dificultades cada vez más grandes, ¿no sería mejor morir? O como Job razonó, ¿no sería mejor no haber nacido, no haber existido nunca?
Es correcto decir que es mejor morir, Pablo habla de eso y dice que morir es ganancia, porque significa que te reunirás con el Padre en toda gloria, lejos del pecado, lejos del sufrimiento. Pero desear no haber nacido nunca o no haber existido es otra cosa, tal vez un claro signo de ingratitud por la vida que se nos dio, aunque esté llena de penas. Siempre hay una cosa por la que estar agradecidos, incluso cuando todo lo demás parece estar roto y podrido: Cristo, el que nos trae la paz con Dios, algo que nunca podríamos lograr por nuestras propias fuerzas.
Y yo lo sé… Puedes estar agradecido por Cristo y la salvación que Él trae sobre aquellos que creen en Él, y aún así seguir afligido y dudar de la gracia de Dios cuando estás sufriendo. Pero déjame animarte con esto:
No importa las circunstancias en las que te encuentres o cuán grandes sean las dificultades que enfrentas, la verdadera recompensa es el poder servir a Dios y llamarlo Padre, y poder llamar a Cristo tu Salvador. Incluso si pierdes tus tierras, y tus hijos e hijas, y aún si pierdes tu salud y tu reputación, y no hay absolutamente nadie allí para darte una palabra de verdadero consuelo, Dios te ha dado la vida eterna a través de Cristo. Incluso si los deseos de tu corazón nunca se cumplen, puedes encontrar contentamiento en Cristo, quien entregó Su propia vida para salvarte a ti, un miserable pecador.
Y ya lo sé… Cuando estás cegado por el sufrimiento y tu incapacidad para entenderlo, concentrarte en la eternidad y la salvación puede darte poco o ningún consuelo. Incluso puede que te sientas tentado a dejar de seguir a Cristo porque parece demasiado difícil, parece demasiado vano. Y es difícil, eso es cierto, pero ciertamente no es en vano. Por lo tanto, en tus momentos más oscuros mira a Cristo y cómo Él se ofreció como sacrificio por ti, si sientes el corazón roto pídele que consuele tu alma, si no tienes ganas de leer tu Biblia, programa un tiempo para leerla de todos modos, si te sientes demasiado débil espiritualmente para ir a la iglesia, ve igual, si careces de fortaleza para orar, pide a otros que oren por ti. Aférrate a Cristo y permite que otros te sirvan en esos momentos de necesidad.
Debes saber que ciertamente has ganado mucho más a que si hubieras pecado, es mejor ser siervo de un Dios Santo que tiene un propósito con el sufrimiento por el que estás pasando, a que ser un siervo del pecado e ignorar el significado de lo que la vida trae. Recuerda que tu recompensa es Cristo mismo y deja que tu corazón se regocije al saber que Él es un salvador amoroso. Aférrate a Él con todas tus fuerzas porque Él te sostendrá.
2 thoughts on “¿QUÉ GANARÉ YO POR NO HABER PECADO?: un mensaje para los corazones rotos”