LECCIONES QUE APRENDÍ AL CUMPLIR 28

Por Andrea Guachalla

Hace poco cumplí 28 años. La misma edad que tenía mi madre cuando se casó con mi padre. Y no sé qué hacer con eso.

Siempre vi esta edad como algo que esperar y temer al mismo tiempo. Cumplir 28 años me parecía ser el momento en que uno se convierte en un verdadero adulto si eso tiene sentido y entretuve ese pensamiento inconscientemente durante años.

Ahora que ya cumplí 28, no sé cómo sentirme al respecto, pero puedo decir que he aprendido un par de cosas…

Hace mucho tiempo, cuando escuché la historia de la boda de mi mamá, mi primer pensamiento fue que ella era “demasiado mayor” cuando se casó. Y no lo digo de una manera irrespetuosa. Después de todo, solo tenía 10 años en ese momento y, que yo sepa, era más común que las personas se casaran a sus veintipocos años a que después de sus 25. De ahí mi sorpresa cuando supe que mi madre se había casado casi llegando a sus treinta años.

Con el tiempo, ese pensamiento permaneció. No solo porque el número 28 quedó arraigado en mi subconsciente, sino porque el hecho de que las personas se casen y comiencen a tener hijos a los veinte años es estadísticamente cierto en la mayor parte del mundo, como descubrí más tarde. Incluso cuando ingresé al campo de la ciencia, encontré muchos estudios que intentaron explicar la razón, y lo hicieron con bastante precisión.

Bueno… ahora tengo 28 años, no estoy casada ni tengo hijos y siento la tentación de estar descontenta con el hecho de que no caigo en lo que es estadísticamente común. Más aún porque estoy lejos de lo que se espera de los adultos jóvenes en un contexto eclesiástico que legítimamente (y quizás a veces con demasiada persistencia) nos anima a casarnos jóvenes en lugar de esperar eternamente antes de casarnos.

Ahora, no voy a mentir y decir que siempre fue mi sueño casarme y tener hijos. Ese no fue el caso en absoluto. Las únicas veces que el matrimonio venía a mi mente por la mayor parte de mi vida era para asegurarme a mí misma que me casaría antes de cumplir los 28 años. No porque me importara el matrimonio, sino porque esa parecía ser la norma social y no quería quedarme atrás. Conozco a muchas mujeres cristianas que han deseado el matrimonio y una familia propia desde que eran niñas. Y eso es algo bueno. Pero en realidad no era un deseo que yo hubiera tenido antes de convertirme al cristianismo, e incluso era una idea que despreciaba por algún tiempo. Mi único sueño cuando ya estaba llegando al final de mi adolescencia era el de obtener un doctorado y tener un par de libros publicados para cuando cumpliera los 28. 

Eso seguramente me haría sentir realizada, ¿verdad? Bueno, en realidad no.

Cuando me hice cristiana a los 21 años, después de años de ser una feminista atea muy dedicada a su carrera científica, comencé a desear el matrimonio porque me di cuenta de que ser esposa y madre no era para nada lo que el feminismo me decía que era. Casarse y tener hijos no era una forma de “esclavitud moderna” o de “opresión patriarcal”, sino más bien una hermosa representación del amor incondicional de Cristo hacia la Iglesia. ¿Quién no querría ser parte de ese hermoso pacto?

Y, sin embargo, aquí estoy… 7 años después, todavía soltera, sin hijos y sin doctorado. O sea… Ni siquiera tengo grado de maestría a este punto, aunque antes de tener que dejar mi carrera se me consideraba alguien con mucho potencial en el campo científico. Y no, tampoco hay ninguna razón por la que yo pueda pensar que me casaré o tendré hijos pronto.

Se me venció el plazo. Por mucho.

Excepto que no se me venció nada realmente…

En ninguna parte de la Biblia Dios me prometió que me casaría joven, tendría muchos hijos, obtendría un doctorado y todo iría como yo lo había planeado. Los plazos de Dios no son mis plazos y eso es y siempre será mejor que hacerlo todo a mi manera. Dios tiene el control absoluto de cómo se desarrolló mi historia y cómo continúa desarrollándose.

Sin embargo, no tener todo lo que pensé que tendría ahora me tienta a sentirme descontenta y amargada. En algún momento hasta me hizo enojar con Dios porque: “¿por qué Dios no me daría lo que quiero si soy tan buena sierva?” Excepto que no soy una buena sierva. En todo caso soy una llena de orgullo, una que cree que Dios le debe algo por sus “buenas obras”.

He pasado por diferentes etapas de contentamiento y descontentamiento a lo largo de los años, pero no fue hace mucho tiempo que me di cuenta de que estaba, y todavía lo hago a veces, haciéndole a Dios la pregunta equivocada todo este tiempo: “¿Por qué no me das lo que deseo si mis deseos son buenos?” A menudo le preguntaba a Él en mis oraciones, cuando en realidad debería haber estado preguntando: “¿Por qué me darías algo a mí que soy una miserable pecadora?” 

Esta semana mi pastor dijo algo que es cierto para todos los seres humanos: “somos envidiosos por naturaleza”. Tendemos a compararnos con los demás y deseamos poder tener las mismas cosas que ellos tienen o disfrutar de las mismas o mayores bendiciones que ellos. Somos malagradecidos por naturaleza. Siempre estamos buscando cosas de las que quejarnos e ignoramos por completo lo que Dios nos provee en Su gracia. Siempre estamos descontentos con nuestras circunstancias. Y caigo en esto muchas veces yo también. 

Incluso si me hubiera casado joven y ya hubiera tenido hijos, incluso si hubiera logrado todo lo que quería en el campo académico, todavía habría encontrado cosas por las que estar descontento. Ya he experimentado esto. Traté de encontrar satisfacción en mi carrera y me encontré con el vacío. Traté de encontrar satisfacción en ser una científica de renombre, y me pareció que nada tenía sentido. Me di cuenta de que cada paso de mi camino, todo lo que estaba haciendo era esperar la próxima cosa (próximo trabajo, próximo logro, próximo premio) pensando que eso si me satisfaría sin darme cuenta de que solo en Cristo podemos encontrar verdadera satisfacción porque Él es el único que puede tratar con nuestro VERDADERO problema: el pecado, y por lo tanto una vida de enemistad con Dios.

Hay algo que dice R. C. Sproul en su libro “La Santidad de Dios” que encontré que es cierto sobre mí:

“Una vez que nos acostumbramos a que Dios sea misericordioso, el siguiente paso es fácil: demandamos que lo sea. Cuando ésta no llega , nuestra primera respuesta es enojo contra Dios, aunado a la protesta: “esto no es justo”.

– R. C. Sproul

Incluso si nunca me caso, y nunca tengo hijos, y nunca obtengo lo que deseo, sin importar cuán piadosos parezcan esos deseos, nunca podría decir que es porque Dios es injusto y Él está haciendo que una persona inocente sufra deliberadamente. Yo merecía la muerte y sin embargo Él me dió vida, merecía la condenación eterna, y Él me dio la salvación a través del sacrificio de Su único Hijo. ¿Qué hay ahí que podamos llamar injusto?

A medida que avanzó hacia la temporada post-28 de mi vida, elijo sostener mis esperanzas y deseos con las manos abiertas, confiando en que Dios es quien está escribiendo mi historia, pero finalmente oro para que Dios me dé (y a ti también) un único y más simple deseo: el de servirle a Él con todo mi corazón, cuerpo y alma exactamente donde él me tiene. Porque

“Dios no me debe nada.
Y yo le debo todo.

– R. C. Sproul

8 thoughts on “LECCIONES QUE APRENDÍ AL CUMPLIR 28

  1. Gracias Andrea por abrir tu corazón atraves de este artículo. Es de mucha bendición para los que nos identificamos y realmente es asi. “DIOS NO ME DEBE NADA Y YO LE DEBO TODO”.

  2. Hola,
    Muy interesante conocer tu trayectoria. Leí este y las confesiones de una ex-feminista con mucha atención y sentido cristiano.
    Lo mejor y es que no has callado. No escondes nada.
    Por el contrario tu deso de conpartir tu salto del existencialismo al cristianismo.
    Tienes, creo, un muy buen estilo [directo, sencillo, amistoso] para comunicar cosas complejas.
    Recibe los saludos, mejores deseos y la benciones de nuestro Padre celestial.

    1. Muchas gracias, Pedro. Espero que la lectura de ambos artículos haya sido de edificación para ti. Que el Señor te guarde.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social Share Buttons and Icons powered by Ultimatelysocial
error

Comparte nuestra página.

YouTube
Instagram