TIBIEZA…

Por Gimena Alarcón

Empeñados en no reconocer nuestro fracaso,
frustrados por no alcanzar aquello que consideramos éxito,
persistimos e insistimos una y otra vez
en alcanzar la felicidad en cualquier parte

adonde nuestra propia sabiduría nos dirija…

Confiados en nuestra gran inteligencia…
autosuficientes para dirigir nuestros pasos y nuestro destino
caminamos por nuestras anchas sendas

camino al autoexterminio y autodestrucción,
dominados por el ídolo de la comodidad que nos invadió,
las ambiciones desmedidas y la carrera loca
tras el poder, la aceptación, la fama, la inmortalidad…

En la melancolía del innegable fracaso,
deberíamos detenernos, pisar la tierra y meditar…
¿Cuál fue el camino que recorrimos para llegar hasta aquí?
¿Qué hicimos que no debimos hacer?
¿Que no hicimos y debimos hacer?
¿En qué nos convertimos?

Encaminados discretamente a una sociedad secular
cristianos de nombre… avanzamos un poco más
y dejamos a nuestra próxima generación

acercarse al despeñadero de la destrucción
y ahogarse en un océano de maldad,
sin advertencias ni alertas… ni ruegos…
solo porque no quisimos ser considerados fanáticos o locos…

Abandonamos nuestra responsabilidad y autoridad de padres
sobre la mente y el cuerpo de nuestros hijos
y la cedimos al sistema educativo y medios de comunicación,
y aquí están los resultados,
una humanidad con la identidad perdida, sin rumbo ni esperanza

Formar hombres y mujeres de bien era nuestra tarea,
que supieran que el Todopoderoso Dios se reveló en Jesucristo,
enseñarles no nuestra sabiduría, sino la de Dios,
no fueron ellos solamente los culpables,
fuimos nosotros las nodrizas de un mundo actual enloquecido,
una sal insípida que no contuvo la maldad…
esa tarea imposible para cualquier generación,
como lo fue para los discípulos de Cristo el primer siglo de esta era
que sin embargo trastornaron el mundo de entonces,
y tantos otros que fueron levantados por Dios…

Los Herodes y los Pilatos se han multiplicado,
y el pueblo sigue honrando de labios con un corazón lejos de Dios,
y la turba sigue gritando ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!

Jesús nació, vivió, predicó su reino, murió y resucitó,
la obra de la redención está cumplida,
nuestra única esperanza es ser rescatados,
arrancados de la cobardía y la necedad,
se nos conceda el arrepentimiento

y volvernos a Dios
de verdad…
ahora…

Amén.

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