EN BUSCA DE LA LIBERTAD

Por Andrea Guachalla

Años antes de convertirme al cristianismo me obsesioné con la idea de “encontrar la libertad”. Por alguna razón sentí la necesidad de hacer que mi vida sin propósito fuera acerca de algo más que tener éxito académico. Quería que mi vida se tratara de algo más grande que yo, de un propósito más grande, y ese propósito más grande (y más secular) se convirtió en una búsqueda de libertad. Lo que eso significaba o cómo encontrarla, no lo sabía, pero estaba decidida a cumplir ese propósito mientras viviera.

Con el tiempo, mi vano razonamiento evolucionó y divagó, pero al final de todo pude al menos articular lo que quería decir con “encontrar libertad”: encontrar el lugar al que pertenecía, un lugar donde pudiera ser yo misma sin que nadie me juzgara.

Le expliqué esa idea a algunas personas en ese tiempo. El concepto fue bien recibido. Ir por la vida en búsqueda del lugar donde estaba destinada a vivir y pertenecer, un lugar donde pudiera ser yo misma parecía ser un propósito digno de ser perseguido. Incluso sonaba filosófico. Pero eso es todo lo que era… Otro ser humano expresando su falta de propósito real romantizando una idea tan falta de sentido como su vida sin Dios.

Sinceramente, creo que la única razón por la que mi idea de buscar la libertad fue bien recibida fue porque reflejaba el vacío que otros tenían en sus propias vidas. Quizás no entonces, pero más tarde me di cuenta de que todos están buscan libertad, felicidad o un propósito mayor. La cuestión es que… Están buscando en todos los lugares equivocados, de la misma manera que yo lo hacía. 

Donde el mundo nos dice que busquemos libertad

Buscamos gozo duradero en el éxito, el reconocimiento y la fama. Dejamos que nuestras vidas se centren en cosas como “buscar libertad” sin saber qué es la libertad realmente. Las redes sociales nos bombardean con la idea de que debemos liberarnos de las relaciones que no aprueban nuestra mundana forma de vida, se nos impulsa a “vivir nuestra verdad” y amarnos a nosotros mismos más de lo que amamos a los demás. Se nos presenta la idea de que viajar por todo el mundo y no tener que trabajar es algo más deseable y satisfactorio que tener la responsabilidad de cuidar de una familia.

Todas mentiras de la peor clase…

Como yo, muchos de ustedes han estado tratando de encontrar la libertad y el gozo en cosas materiales o en sus circunstancias sin saber lo que significa ser libre. Ignoramos al Creador de todas las cosas que nos ha hecho con un propósito y tratamos de buscar uno por nuestra cuenta. Y es esa la razón por la que no podemos encontrar la libertad, porque ni siquiera sabemos cómo se ve, o qué es. El mundo ignora el hecho de que antes de encontrar la libertad debemos, primero, humillarnos, comprender cuán pecadores somos a los ojos de Dios, y ver lo que Cristo, el Hijo de Dios, ha hecho por aquellos que creen en Él.

Donde se encuentra la libertad verdaderamente

La verdadera libertad no se encuentra en un lugar donde puedas ser tú mismo, o en relaciones que toleren o celebren tu pecado, sino que se encuentra en Cristo y en el ser completamente cambiados por Él. Fuera de Cristo sólo podemos ser esclavos del pecado, ese es nuestro verdadero yo (Juan 8:34). Sin embargo, en Cristo somos libres del pecado, somos libres para glorificar al Dios todopoderoso que entregó a su único Hijo en sacrificio para darnos la salvación y la vida eterna que no merecíamos. Arrepentirnos de nuestro pecado y dejarlo atrás para creer en Jesucristo debería ser lo que busquemos en la vida. Ir tras lo que el mundo dice que nos hará felices sólo nos llevará a seguir viviendo una vida sin sentido.

Hay quienes creen que vivir una vida para Dios es aburrido, porque significa dejar atrás todas las cosas que son “divertidas”: Salir de fiesta los fines de semana, ir de una relación a otra, usando a los demás para nuestro propio placer, vivir una vida egoísta que se centra en nuestro propio bienestar e ignorar el de los demás. Eso es lo que es “divertido” en nuestros tiempos, eso es lo que se considera bueno, no asociarse con los necesitados, o con los que no nos agradan, dejar a las amistades que cuestionan nuestra forma pecaminosa de vivir.

No es gran sorpresa que en un mundo donde se idolatra el “priorizar el propio bienestar” y vivir “nuestra propia verdad”, los mandamientos de Dios serán vistos como el conjunto de reglas más opresivo de todos, y Dios mismo será visto como el ser más tirano. Pero, ¡oh, cuan ciegos son los hombres!

¡Todos somos esclavos del pecado o esclavos de Dios!

Puedes ser esclavo del pecado o esclavo del Dios santo. No hay un estado intermedio. La gran diferencia entre los dos tipos de “esclavitud” es que mientras los esclavos del pecado serán condenados eternamente si no se arrepienten y creen en Cristo, aquellos que son esclavos de Dios pueden encoantrar la verdadera libertad que solo se tiene en Cristo. Los esclavos del pecado sólo pueden ser libres para seguir pecando, los esclavos de Dios son libres para glorificar al Dios santo, Creador de todas las cosas.

Sí, puede parecer que vivir una vida desenfrenada sin reglas y sin compromisos es libertad, pero eso solo te hace más esclavo del pecado y la condenación. La verdadera libertad sólo se puede disfrutar dentro de los límites de los mandamientos de Dios porque ÉL SABE LO QUE ES BUENO. Ser libre es entregar nuestra vida a Dios, entender más profundamente sus mandamientos y el hecho de que estamos lejos de poder cumplirlos por nuestras fuerzas. Ser libre es ver a Cristo, quien no solo murió por nosotros, sino que vivió una vida perfecta en nuestro lugar.

La única fuente de libertad: CRISTO

No necesitas emprender una eterna búsqueda de libertad, viajar por todo el mundo buscando tu lugar o tratar de encontrar un grupo de personas que aprueben tu forma de vida. Necesitas a Cristo. Él es el camino, la Verdad y la Vida. Solo permanecer en la Palabra de Dios y Su verdad puede hacer libre al hombre (Juan 8:34). 

NECESITAS A CRISTO. 

Porque sólo si el Hijo te hace libre, serás verdaderamente libre (Juan 8:36).

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