CUATRO COSAS QUE APRENDÍ DE MI PAPÁ

Por Andrea Guachalla

He estado mirando la pantalla de mi computadora por un tiempo, tratando de decidir sobre qué escribir. Me vienen a la mente un par de temas que tenía planeados desde hace semanas, pero nada parece tan apropiado como escribir sobre quién fue una vez mi papá.

Como suele ser el caso de muchas personas, no tuve una infancia tradicional. Nací en una familia cristiana-nominal donde el Evangelio no tenía lugar. Así que, lejos de tener una familia cristiana perfecta, tuve una muy disfuncional mientras crecía.

Mi padre, aunque se decía ser cristiano, estaba tristemente lejos de ser alguien que cumpliera con los roles que Dios le había dado. Y como era de esperar, eso tuvo un impacto a largo plazo. Al reflexionar sobre cómo fue su vida y cómo terminó, puedo reconocer que tuvo una vida difícil. Abundante materialmente, pero sumergida en oscuridad espiritual.

Estoy de acuerdo con una de mis hermanas que una vez dijo: “nos dio lo mejor que tenía”. Que no era mucho. Y aunque sus malas acciones no se pueden justificar, el hecho es que Dios en su misericordia me dio un padre que, entre todo el caos, me enseñó algunas cosas que atesoro en lo más profundo de mi corazón.

1. Ser puntual

Mi padre siempre llegaba a tiempo a todas partes y a cualquier lugar.

Y cuando me refiero a “a tiempo”, no solo me refiero a llegar a la hora exacta en que se suponía que debía hacerlo. No… Él llegaba al menos 30 minutos antes, si no 45. Y sin importar con quién tuviera el compromiso, todos recibían ese mismo trato.

No estoy tan comprometida con la puntualidad como él de seguro. Pero respetar los horarios de las personas y comprometerme a cumplir mis promesas en ese sentido es algo que admiraba de él y algo a lo que quiero llegar. 

2. Cómo orar

“Gracias Señor por este día…” Así es como mi padre siempre comenzaba cualquier oración, agradeciendo a Dios por un día más que nos permitía vivir. Y oraba así antes de cada comida sin falta (al menos por lo que yo recuerdo). Y así terminaba siempre la oración: “En el nombre de Jesús, amén”.

Así que, así es como yo comienzo mis días, agradeciendo a Dios por un nuevo día, y todas mis peticiones y agradecimientos van a Dios en el nombre de Jesús, mi Salvador, porque así me enseñó mi padre a orar.

3. Amar y disfrutar la música

Mi padre y yo no teníamos mucho en común, pero una cosa que ambos amábamos era la música.

Desde pequeña él trató de cultivar en mí (y en mis hermanos) un gusto por la buena música. Así que BB King, Led Zeppelin, The Beatles y alabanzas que a él le gustaban a menudo se escuchaban en la radio a medida que crecía. Cada vez que se unía a una reunión familiar, pedía una guitarra y tocaba algunas melodías mientras hablábamos. 

Hoy en día no es él quien anda tocando la guitarra, sino yo y algunos de mis hermanos que disfrutamos pasar tiempo tocando canciones que le gustaban y canciones que (probablemente) no le habrían gustado.

Mis amigos a menudo comentan que tengo buen gusto musical. Y eso que se lo debo casi enteramente a él.

4. Perseverar en lo que amo

No importaba lo poco que los demás creyeran en él, o el poco apoyo que tuviera con respecto a los proyectos que le apasionaban, él trabajaba duro de todos modos.

Cuando trabajaba como médico, creció dentro de él un profundo interés por ayudar a las personas con diferentes discapacidades. Y a pesar de que faltaban recursos literarios y materiales para trabajar en ese campo, él animaba a sus colegas a trabajar junto a él. Era su proyecto de vida el abrir una instalación médica donde implementar programas que realmente ayudaran a los pacientes. 

Creo que nunca recibió mucho apoyo a pesar de que daba charlas y presentaba proyectos a las juntas de médicos, pero no se dio por vencido y siguió trabajando, perseveró. Estaba convencido de que valía la pena luchar por su sueño, y eso lo mantuvo perseverando a pesar de la falta de interés de los demás. 

Con su ejemplo aprendí que las cosas no siempre son ideales y cómodas, la gente no siempre te apoya en tus esfuerzos, pero si estás seguro de que lo que estás haciendo es bueno, debes seguir adelante. 

Recuerdo a mi padre, y todo lo que puedo decir es “estoy agradecida”. 

Estoy agradecida por las cosas que aprendí de él, pero aunque suene extraño, también estoy agradecida por sus falencias, porque me ayudaron a ver que Dios es misericordioso y que Él tiene el control absoluto de TODO lo que sucede.

Estoy segura de que muchos de ustedes se identifican con lo difícil que puede ser la vida con un padre ausente o uno que los lastima. Pero te animo a que tomes en serio Filipenses 4:8 y decidas ver lo bueno en el padre que Dios te dio. Buscar las cosas malas es fácil, seguro que puedes enumerar cien defectos que ves en tus padres, pero eso no honra ni a Dios ni a tus padres.

Busca las cosas buenas, las cosas que son dignas de alabanza, sin importar lo difícil que sea encontrarlas. Y luego, agradece a Dios, agradece a tu padre, hónralo a pesar de sus falencias. Honrar a tus padres terrenales, es honrar a tu Padre Celestial.