Por Andrea Guachalla
Vivimos en una sociedad que prefiere la comodidad por sobre el trabajo duro y el entretenimiento por sobre las cosas que requieren pensamiento crítico. Una sociedad donde el individuo se ha convertido en el centro de todas las cosas. Y aunque estas cosas pueden brindar satisfacción inmediata, no creo que nuestra generación sea consciente de lo dañino que es satisfacer siempre nuestras necesidades inmediatas sin pensar en las consecuencias a largo plazo.
Hemos llegado a un punto en el que todo se trata de elegir las salidas fáciles a cualquier cosa que tenga algo de desagradable. Incluso si eso que sea desagradable es solo temporal y necesario para lograr algo más grande.
Si no nos gusta el programa de licenciatura que empezamos lo dejamos sin pensarlo dos veces. Si nos ofendimos por algo que dijo un amigo, nos desvinculamos de la relación. Si pensamos que un trabajo es demasiado difícil o no está a la altura de nuestras expectativas, renunciamos de inmediato y buscamos uno que requiera poco esfuerzo y sea bien remunerado. Dejamos cualquier dieta o rutina de ejercicios que comenzamos si no vemos resultados dentro de los primeros días.
Nuestro ídolo: lo que sea rápido y fácil
Rápido y fácil. Así es como queremos vivir nuestras vidas.
Queremos viajar por el mundo y alojarnos en hoteles caros y luego publicar fotos en Instagram para que la gente nos envidie, sin hacer el esfuerzo de ahorrar dinero para hacerlo. Queremos ser académicos, empresarios o artistas exitosos sin tener que pasar por la fase inicial de intentar y fallar, volver a intentar y tener éxito después de invertir mucho trabajo, lágrimas y tiempo en nuestros proyectos. Queremos empezar una relación con un hombre o una mujer piadosos sin invertir tiempo en hacer nuevas amistades. Queremos casarnos con la persona perfecta sin haber aprendido primero lo que es el matrimonio y haber trabajado en nuestros defectos de carácter que podrían estar haciéndonos compañeros de vida indeseables. Queremos lucir saludables y en forma sin tomarnos el tiempo de estudiar los conceptos básicos de nutrición y actividad física, ni esforzarnos por seguir una rutina de ejercicio y dieta.
Lo que es rápido y fácil, esas son las cosas que valoramos. Y esa es la razón exacta por la que nos hemos vuelto menos capaces de lidiar con la ansiedad y resolver problemas. Queremos resultados exitosos sin el esfuerzo que los precede, y es por eso que la mayoría de nuestros planes se quedan en eso: planes imaginarios que nunca pondremos en acción.
Las redes sociales, la industria del entretenimiento y el marketing moderno han exacerbado aún más el problema. Si queremos comida, ni siquiera necesitamos caminar hasta la tienda para comprarla: podemos pedirla. Si queremos tener una conversación, no necesitamos llamar a un amigo para reunirnos y hablar: podemos chatear con personas en línea o pasar incontables horas viendo reels, publicaciones y programas de televisión que nos adormecen. Si queremos intimidad, no necesitamos ir a hablar con un amigo cercano o un familiar: podemos acceder a todo tipo de contenido pornográfico en internet que llenará ese vacío momentáneamente. Si queremos lucir atractivos y en forma, no necesitamos pasar horas investigando qué es lo mejor para nuestra salud y probando diferentes productos y rutinas: podemos acceder a cirugías estéticas y soluciones instantáneas de todo tipo que están disponibles en internet.
Ya no necesitamos hacer nada. Nos hemos convertido en una especie de animal cuyo único enfoque es lo fácil y divertido. Pero esta NO es en absoluto la forma de vivir nuestras vidas, ni un estilo de vida que glorifique a Dios.
La salida fácil nunca es la mejor
Sí, es fácil desvincularse de una relación cuando un amigo te ha ofendido, pero es por cobardía. ¡Haz lo que es difícil! ¡Haz lo que Dios manda! Ve y confronta a esta persona por lo que dijo, perdónala y busca reconciliación. Sí, es fácil volver a comer alimentos poco saludables porque una dieta no tuvo resultados inmediatos, pero es para tu propio detrimento. ¡Haz lo que es difícil! Investiga un poco, crea buenos hábitos, cuida tu cuerpo consistentemente. Sí, es fácil pasar horas scrolling en Instagram o Facebook mientras deberías dedicar tu tiempo a otra cosa, pero es por pereza. ¡Haz lo que es difícil! Haz un plan, invierte tu tiempo en algo que sea bueno, algo que glorifique a Dios y sea de servicio para los demás.
Es fácil evitar hablar con ese nuevo visitante en la iglesia porque no lo conoces y requiere esfuerzo ir y conversar, pero refrenarse de hablarle no le ayuda ni honra a Dios. ¡Haz lo que es difícil! Entabla una conversación con esa nueva persona a la que podrías predicar el Evangelio. Es fácil, cuando uno está luchando con algo, aislarse y evitar hablar de ello con otras personas, pero no es para tu bien ni para el de los demás. Haz lo que es difícil. Sé vulnerable, comparte lo que te está pasando con tu familia y hermanos de la iglesia.
Y esto se aplica a todo. Cuando el trabajo no va bien, cuando un proyecto tiene problemas graves, cuando vemos a alguien luchando y no sabemos cómo ayudarlo. Siempre hay una salida fácil, siempre tenemos la opción de ser indiferentes a las necesidades de otras personas, o desvincularnos de proyectos y personas y situaciones solo porque requieren algún esfuerzo. Pero casi nunca es lo mejor.
O sirves a Dios o te sirves a ti mismo
La próxima vez que se te presenten dos opciones, piénsalo dos veces y reflexiona sobre cuál de ellas glorifica más a Dios y VE POR ELLA. Es casi seguro que encontrarás que es lo más difícil de hacer, lo que no estamos dispuestos a hacer, lo que glorifica más a Dios y nos ayuda a enfocarnos en el bienestar de los demás en lugar del nuestro.
Hay una razón por la que Dios nos ha llamado a tomar nuestra cruz y seguirlo, y es porque la vida cristiana es exactamente eso: negarnos a nosotros mismos, elegir no complacernos, hacer lo que es difícil, servir a Dios sabiendo que será más difícil que servirnos a nosotros mismos.
Muy bueno…ese es el punto clave