Por Carla Guachalla
Ser conscientes de cuán pequeños somos nosotros y cuán grande es el Señor, debería llevarnos a reflexionar acerca de la manera en la que estamos viviendo.
¿Realmente buscamos estar sometidos a la voluntad de Dios? ¿Buscamos su instrucción y enseñanza? Él fue el creador de absolutamente todo y nosotros no somos nadie para decirle al Señor qué y cómo hacer las cosas. Comparados con la grandeza y omnipotencia de Dios, no somos nadie para atrevernos a decir “yo declaro” o “yo decreto” como si nuestras palabras tuvieran poder en sí mismas. No tenemos el poder para decir nada de eso, porque si la voluntad del Señor es contraria a la nuestra, deberemos aceptarla con gratitud.
“¡Qué grande es la riqueza, la sabiduría y el conocimiento de Dios! ¡Es realmente imposible para nosotros entender sus decisiones y sus caminos! Pues, ¿quién puede conocer los pensamientos del Señor? ¿Quién sabe lo suficiente para aconsejarlo?”
Romanos 11:33-34, RV60
Con solo conocer una pizca de lo que Dios conoce, todos su planes, todo lo que Él ve, y su misma grandeza, nos hace reconocer cuán pequeños e insignificantes somos nosotros, y cuán incapaces somos de darle consejo. “Lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.” (1 Corintios 1:25)
¿Quién eres tú o quién soy yo para decirle al Señor, “¿qué haces?”? Lo único que merecemos del Señor es su ira. Pero gracias sean dadas al Señor porque a pesar de ello nos da de su gracia y misericordia cada día.
¿Cómo es posible que un ser tan grande, un ser que trasciende tiempo y espacio, haya decidido mostrarle misericordia y gracia a criaturas que no valen absolutamente nada por sí mismas?. “Somos considerados como NADA” (Daniel 4:35) ¿Hemos entendido la gracia de Dios en su cabalidad?
Es increíble como algunos se atreven a decir: “Dios te necesita” al predicar el evangelio. A alguien que ha entendido que la salvación que Dios nos da es por pura gracia no le queda más que escandalizarse ante tal afirmación. ¿¡Que Dios me necesita!? ¿El ser que me ha creado me necesita a mí? ¿El ser que ha creado todo lo que me rodea, aún las cosas más impresionantes e increíbles, me necesita A MÍ? Dios no necesita de nadie para hacer lo que hace, Dios no necesita que alguien le aconseje, Dios subsiste en sí mismo, y no sería Dios si no fuera de esa manera. Y a nosotros nos toca únicamente sujetarnos a su voluntad, ya sea que esta vaya acorde a nuestra voluntad o esté llena de pruebas.
“¿Recibiremos de Dios lo bueno, y no lo malo?” (Job 2:10) Debemos someternos a su voluntad así como Job nos mostró que debemos someternos. “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21), es el Señor quien tiene el control sobre las bendiciones y pérdidas en nuestras vidas y podemos confiar y descansar en él. ¿Le somos fieles a pesar de las circunstancias? ¿Qué es lo que buscamos día a día? Podremos pasar por cosas difíciles pero, ¿qué es lo que nos mantiene de pie?
Para un cristiano, el saber que Dios está en absoluto control de cualquier situación es el más grande consuelo. El saber que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28) nos lleva a confiar en la soberanía de Dios y decir “amén” a todo lo que el Señor ha provisto para nosotros.
Los planes y tiempos de Dios son perfectos y nada de lo que deseemos será mejor que lo que Dios tiene preparado para nosotros. Podemos hacer presentes nuestras peticiones a Dios, y si Él lo desea las cosas se darán de esa manera, y si no lo quiere así, nos someteremos a su voluntad, y descansaremos en Él. Dios mismo nos ha provisto de Su palabra para darnos de su sabiduría y así poder sobrellevar cualquier situación de su mano. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17) El Señor es el que nos guía a cada paso, dependemos de él enteramente.
Para aquellos que no son cristianos: No se acerquen al Señor para pedirle que les devuelva lo que les ha sido quitado, cuando ni siquiera se acercaron al Señor para agradecerle por cada una de aquellas cosas. Es fácil olvidarse de Dios cuando todo está yendo bien, ¿verdad? Ni lo buscas, ni buscas hacer su voluntad, o buscas vivir de la manera en la que Dios te manda en su Palabra. Pero al momento en que algo va mal te atreves a dirigirte a Dios para preguntarle “¿por qué me hiciste esto a mí?”. ¿No es esto incoherente?
No eres digno ni de acercarte a Dios, ¿y aún así te acercarás a reclamarle? ¿Crees que esto le será agradable o que te debe una respuesta? Él no te debe nada y si tienes algo bueno es por pura gracia. Lo único de lo que eres merecedor es de la ira de Dios.
No somos nada y debemos estar conscientes de aquello, Dios es soberano y está en control de toda situación… Pero ¿de qué manera reaccionamos a esta verdad? ¿Con agradecimiento o con indiferencia? ¿De qué manera afrontamos las cosas que el Señor ha puesto en nuestro camino? Si hay algo que siempre debe estar presente ahí es el gozo y la gratitud ¿podemos decir que realmente nos encontramos gozosos en el Señor?