Por Andrea Guachalla
Recientemente, decidí tocar un tema controvertido en un episodio de podcast que me trajo bastantes críticas. En dicho podcast hice un análisis sobre el documental recientemente estrenado de Selena Gomez, Mi Mente y Yo, donde habla sobre su vida y su lucha contra los trastornos mentales.
No soy fan de Selena ni me importa mucho su trabajo como artista, pero hay una cosa que me preocupó de su documental, y fue el mensaje nocivo que deja al final: sé tu mejor versión. Se supone que esa es la mentalidad correcta para superar las enfermedades mentales y la baja autoestima.
Me preocupó porque sé que muchas mujeres jóvenes admiran a celebridades como Selena y están dispuestas a seguir cualquier tipo de consejo que ella les pueda dar. Y esa es en parte la razón por la que decidí hablar de ella. En el análisis, argumento que las enfermedades mentales de Selena, que incluyen depresión y trastorno bipolar, no se deben necesariamente a sus conocidas luchas contra el lupus o su estatus de celebridad, sino más bien a sus luchas con su propio pecado.
Si quieres profundizar más en mis argumentos, puedes escucharlos aquí. Por ahora,es suficiente mencionar que la gente estaba enfadada por esas afirmaciones. Parte del desdén provino de cosas que afirmé que en realidad eran falsas, razón por lo que retractarme parcialmente de algunos detalles que di sobre Selena. Puedes ver eso aquí. Pero, en general, la crítica vino más como una queja rugiente de que estaba minimizando las enfermedades mentales demasiado, y que fui poco profesional.
La afirmación más criticada fue que las enfermedades mentales que son tan frecuentes en nuestros días son realmente un resultado de nuestro propio comportamiento pecaminoso, no de fuentes externas o traumas. También afirmo que podemos superar este tipo de enfermedades arrepintiéndonos, tomando un camino diferente al pecaminoso en el que estábamos, y cambiando nuestro enfoque de nosotros mismos hacia glorificar a Dios y ayudar a los demás.
En un mundo en el que se nos dice que cada cosa reprochable que hacemos es el resultado de las cosas malas que otros nos hicieron o de las duras circunstancias que alguna vez enfrentamos, no es sorprendente que muchos rechacen la idea de que somos responsables por nuestras acciones y que necesitamos dejar de justificar nuestro pecado. La noción de depravación total no tiene cabida en la mente de muchas generaciones hoy en día.
Y creo que eso es trágico…
La razón por la que escribo este artículo es para ofrecer una perspectiva diferente sobre el tema a las mujeres jóvenes, y tal vez ofrecer alguna ayuda a aquellas que creen que tienen derecho a comportarse pecaminosamente con la excusa de que han sido diagnosticadas con algún trastorno mental, o porque creen que tienen uno. Y aunque me han acusado de no ser empática, les pido que tomen todo esto de alguien que ha luchado con la salud mental anteriormente y que ha visto a otros luchar con ella de muy cerca.
¿Quizá los trastornos mentales no son el verdadero problema?
Mirando hacia atrás a los años más difíciles que pasé, estoy 100% segura de que si hubiera ido a un psicólogo o psiquiatra me habrían diagnosticado uno o varios trastornos mentales. Como profesional de la salud, y como alguien que ha visto cómo se tratan las enfermedades mentales de cerca, estoy segura de que a mi también me habrían medicado.
La cuestión es la siguiente: tratar este tipo de problemas con medicamentos es solo una solución rápida, pero no soluciona el problema real. Mucha gente lo sabe y la mayoría de los profesionales de salud lo reconocen. Pero entonces, ¿por qué tantos pacientes son tratados rápidamente con medicamentos?
¿Será una fijación en los ingresos de las industrias farmacéutica? Tal vez…
En medio de este caos, veo mujeres mayores y menores que yo, atrapadas en un círculo vicioso en el que pecan, sufren las consecuencias de su pecado, piensan que tienen alguna enfermedad mental, tratan de resolver su “enfermedad mental” sin reconocer que hay un problema más grande.
Ahora, antes de ir más allá, sé lo que algunos de ustedes estarán pensando: hay enfermedades mentales que realmente necesitan ser tratadas por especialistas, y que son muy, muy complejas. No me refiero a ese tipo de enfermedades aquí. Sino más bien a las que han ido en aumento en las últimas décadas en las generaciones más jóvenes: depresión, ansiedad, trastornos alimenticios y abuso de sustancias.
Varias fuentes han encontrado que estos a menudo se diagnostican en exceso o se diagnostican erróneamente. Una cuestión que exacerba el problema es que los síntomas que las mismas personas reportan muchas veces se toman como los principales factores para diagnosticar una enfermedad. Añadido a eso, el tratamiento que muchos profesionales de salud dan a estos trastornos a menudo conducen a la dependencia o el abuso de sustancias.
Habla con cualquier profesional de la salud mental que se atreva a desafiar los protocolos generales seguidos para el tratamiento y probablemente te dirá que es mejor que trates tus síntomas de cualquier otra forma. Ningún profesional de la salud al que realmente le interese tu salud te recomendará que tomes medicamentos tan pronto como presentes síntomas de cualquiera de los trastornos mencionados (y quizás algunos otros también).
Pero entonces… ¿Cómo deberíamos lidiar con lo que percibimos como una enfermedad mental o los factores que contribuyen a ella? Especialmente en un mundo que está tratando de normalizar este tipo de enfermedades a través de las redes sociales y el entretenimiento.
Permítanme sugerir esto:
Deja de culpar a tus circunstancias y a las personas que te rodean
Una de las cosas que he notado en las personas que son emocional o mentalmente inestables es que hacen todo lo posible para rastrear lo que perciben como una enfermedad mental a un trauma de su infancia o juventud, o interacciones que han tenido con personas. en su pasado. Se ven a sí mismos como víctimas de sus circunstancias.
Pero… ¿lo son realmente?
Mira, está bien recordar cómo era tu vida cuando crecías y rastrear algunos de tus comportamientos hasta experiencias específicas que has tenido, ya sean buenas o malas. Hay un lugar para eso, y personalmente me he beneficiado de ser introspectiva en ese sentido, pero aquí está el problema: muchas personas no se detienen ahí y llegan a EXCUSAR su comportamiento pecaminoso y hábitos poco saludables con el trauma por el que pasaron. Además, una vez que a muchos adultos jóvenes se les diagnostica una enfermedad mental, utilizan el diagnóstico como excusa para su comportamiento.
Un caso que vi de cerca fue el de una persona que fue diagnosticada con trastorno bipolar, e inmediatamente comenzó a culpar a su incapacidad para mantener un trabajo, falta de interés en seguir una carrera e incapacidad para ser responsable con sus finanzas al hecho de que fue diagnosticad@ con dicho trastorno. Casos como ese son increíblemente frecuentes y han sido ampliamente reportados en investigaciones académicas sobre el tema. Las personas que creen tener una enfermedad mental, aunque no haya sido diagnosticada formalmente, tienen un bajo rendimiento laboral, en sus estudios e incluso en actividades de entretenimiento como el deporte.
La razón por la que tienen un bajo rendimiento no es que la enfermedad percibida esté dañando su cuerpo de modo que no puede funcionar normalmente, sino que la gente lo usa como excusa para salirse con la suya. ¿Te falta dominio propio? Échale la culpa a un trastorno bipolar. ¿Eres irresponsable? Échale la culpa a tu depresión. ¿Tiendes a ponerte violento cuando no estás de acuerdo con alguien? Échale la culpa a tu violento padre.
¿Te suena coherente? Espero que no, de modo que puedas ser conciente de esto:
ERES UN PECADOR
Y debes reconocerlo.
Cada persona en la tierra ha enfrentado situaciones traumáticas y circunstancias difíciles. Todos han perdido a seres queridos, o han pasado por enfermedades crónicas o agudas, han enfrentado desafíos financieros o han pasado por momentos de tremenda necesidad. En todo caso, en los tiempos modernos al menos tenemos todo tipo de comodidades y tecnología que la gente en décadas anteriores ni soñaba con tener, por lo tanto, deberíamos estar mejor equipados para hacer frente a las dificultades de la vida diaria.
Incluso si sientes que tu vida ha sido una desgracia, créeme, solo necesitas mirar a tu alrededor y preguntar a algunas personas cercanas a ti cómo fue su infancia y notarás que hay personas que lo pasaron mucho peor que tú. Y, si después de preguntar sigues pensando que tuviste la peor vida que uno pueda imaginar, hazte un favor y lee el libro de Yeonmi Park “In Order To Live”, donde ella, una desertora de Corea del Norte, detalla cómo transcurrió su vida en Corea del Norte y cuando escapó. Y si aún necesita más ejemplos de vidas llenas de sufrimiento, puede leer el libro de Job o Jeremías. ¿Cuánto dolor y sufrimiento tuvieron que enfrentar como para llegar al punto en el que ambos maldicen el día en que nacieron?
Con todo esto no quiero decir que no debas estar triste o recordar los traumas por los que alguna vez pasaste. Pero sí creo que conocer las experiencias de los demás debería al menos darte una visión más realista de lo que es la vida. Vivir una vida perfecta, nunca fue tu destino, precisamente porque no vivimos en un mundo perfecto con gente perfecta. Opuesto a ello vivimos en un mundo caído lleno de criaturas pecaminosas, incluyéndonos a nosotros mismos.
Mi argumento aquí es que cosas como la baja autoestima, los pensamientos suicidas, los ataques de pánico, la ansiedad y la depresión no provienen de tus circunstancias externas, sino de cómo decides lidiar con ellas. Y, seamos honestos, a menudo lidiamos con todas esas cosas con una mentalidad pecaminosa: somos demasiado egocéntricos, establecemos inalcanzables estándares de perfección para nosotros mismos, decidimos aislarnos en lugar de compartir nuestras luchas con familiares o amigos. Y lo peor de todo, seguimos los consejos de celebridades como Selena Gomez y tratamos de ser “nuestra mejor versión”, ignorando que nada bueno puede salir de nosotros, sino solo de nuestros Padre (Santiago 1:17).
Como un desbordamiento de esa mentalidad pecaminosa, nos involucramos en comportamientos y hábitos pecaminosos: dormimos mal, comemos comida chatarra, perdemos el tiempo en entretenimiento sin sentido, salimos con amigos que sabemos que nos incitarán a pecar, vamos de un trabajo a otro, y de una relación a otra, sin querer comprometernos con ninguno, ignoramos las exhortaciones de personas que nos aman.
¿Puede alguien en su sano juicio decir que todo eso es debido a experiencias traumáticas que uno tuvo? ¿No es más bien porque, cuando a uno se le da la opción de pecar o de ser fiel a Dios, nuestra tendencia natural es elegir lo primero? Como mujer cristiana, ¿no tienes la capacidad de ser disciplinada y dormir más temprano, comer más sano, no entablar amistades o relaciones románticas con personas que sabes que celebrarán tu pecado y escuchar a los que te exhortan? ¿Quién te obliga a hacer todas las cosas malas que haces?
Por favor, reconoce que pecar es una elección personal tuya y la salida más fácil. Por favor, te lo suplico, reconoce que los patrones de pensamiento pecaminosos que te permites tener, y los hábitos y comportamientos pecaminosos que te permites sostener son las cosas que literalmente te están enfermando. El problema no es tu “trastorno mental”, el problema eres TÚ.
Una vez que reconozcas esto no tienes otra opción que lidiar con tu pecado.
Para terminar déjame animarte con esto:
Como cristianas, ya hemos muerto al pecado
Recuerda lo que Pablo le escribió a los romanos acerca de seguir pecando:
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? 3 ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? 4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”.
Romanos 6:1-4, RV60.
Aquí explica la diferencia entre la vida que teníamos antes y la nueva vida que tenemos ahora, donde hemos sido bautizados en la muerte de Cristo, por quien hemos sido capacitados para andar en vida nueva.
El Apóstol Pablo continúa diciendo:
“Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; 6 sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. 7 Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.”
Romanos 6:5-7, RV60.
Si realmente has puesto tu fe en Cristo para salvación, y verdaderamente has entendido que la vida no se trata de complacerte a ti mismo sino de agradar y glorificar a Dios, entonces debes saber esto: has sido libertado del pecado, y por el Espíritu Santo y el conocimiento de la Palabra de Dios puedes vencer los pecados en los que sigues cayendo y que deshonran a tu Padre celestial. Si miras a la cruz y te propones glorificar a Dios y amar sus mandamientos, verás cuán poco tiempo te queda para concentrarte en tus traumas pasados y en tus problemas presentes de una manera pecaminosa.
Ocupa tu mente con la Palabra de Dios, no contigo misma. Usa tu tiempo para servir a los demás, no para tratar de ser tu “mejor versión” (lo que sea que eso signifique). Regocíjate en que ahora puedes ser esclava de un Dios santo y justo, se te ha dado una nueva identidad. Regocíjate en que Dios te libró del pecado.