Por Theron St. John
Recuerdo vívidamente haber leído el mensaje. Era amable pero firme, honesta pero gentil. Ella me dijo que le estaba enviando señales contradictorias sobre si estaba interesado en ella o no. Tuvimos una conversación telefónica que no duró mucho y quedé con mi corazón expuesto y la verdad revelada. No había cuidado bien de mi hermana en Cristo. En lugar de ir tras su corazón, tenía un problema creciente en el mío. Mira, esta mujer piadosa y yo teníamos un interés mutuo y queríamos conocernos más. Sin embargo, después de unos meses de entablar conversación, le dije que solo me interesaba ser amigos. Sin embargo, seguí coqueteando con ella y eso nos llevó a tener esta conversación telefónica.
El problema de mi corazón no era que no disfrutara nuestros momentos de conexión. No es que no la encontrara atractiva. Por el contrario, encontré que era un placer comunicarme con esta mujer piadosa y que era hermosa por dentro y por fuera. Mi problema era que tenía miedo. Ella y yo vivíamos a dos horas de distancia. Sabía que si las cosas avanzaban tendría que enfrentar cambios y compromisos. Además, reconocí la realidad del rechazo si las cosas no funcionaban. Por esas razones, tomé la decisión de que quería seguir siendo solo amigos, incluso cuando todavía quería más. Como resultado, jugué con los sentimientos de mi hermana en Cristo y fui pasivo en mi interés por ella.
Sospecho que no estoy solo en esta lucha. He conocido a otros hermanos cristianos que se enfrentan al miedo de perderse algo en cuanto a relaciones de noviazgo, siempre preguntándose si tal vez aparecerá alguien mejor. También he hablado con otros hermanos que no se involucran en una posibles conversaciones sobre noviazgo o cortejo por miedo al rechazo. Lo que todos necesitamos es exponer nuestros temores y alentar nuestra fe para cortejar a mujeres piadosas.
Un Miedo que Juega
El primer miedo que debemos abordar es el miedo que juega con los corazones de las mujeres. Este temor se expresa cuando nosotros, como hombres, mostramos un interés inicial en una mujer e incluso comenzamos a formar una relación emocional con ella solo para fallar en definir la relación. Tal vez esto se deba a que le tememos al compromiso, pero también puede ser que tememos perdernos de algo más. A veces tratamos de razonar: Si me comprometo con esta persona, podría estarme perdiendo de alguien que considero “mejor”. Este es un problema acentuado con la era de las aplicaciones de citas en línea. Podemos deslizar el dedo tantas veces como queramos de las posibles personas con las que estariamos interesados en conversar. El problema es que tales aplicaciones pueden contribuir a una mentalidad de buscar siempre algo, o alguien, mejor. Si no tenemos cuidado, usar estas aplicaciones de citas pueden llevarnos a objetivizar a otros. No vemos a la mujer del perfil como una hermana en Cristo para conocer sino como una persona para satisfacer nuestras necesidades. En otras palabras, fallamos en aplicar 1 Timoteo 5:2, ver a las “mujeres jóvenes como hermanas, con toda pureza”.
Un Miedo que Conduce a la Pasividad
Un segundo tipo de miedo hacia una relación de noviazgo con una mujer que es de naturaleza más sutil es el miedo que conduce a la pasividad. Este miedo se expresa cuando no logramos iniciar ninguna conversación potencial con una mujer debido al miedo al rechazo. He tenido hermanos cristianos que han compartido cómo han sido lastimados en el pasado y no están seguros de querer pasar por la posibilidad del rechazo nuevamente. Y lo entiendo, este es un miedo que yo mismo conozco muy bien. Puedo recordar en mi juventud recibir solo un “No” como respuesta de las chicas cuando encontraba el coraje para invitarlas a salir. A lo largo de mis años de soltero, me abstuve de invitar a salir a hermanas en Cristo porque temía escuchar “¡No!” Quería tener la seguridad de que una de ellas diría: “¡Sí!” incluso antes de preguntarle. El problema que tuve, y tenemos como hombres cuando nos entregamos a este miedo, es que queremos certeza sin correr el riesgo de ser rechazados. Porque queremos saber la respuesta antes de preguntar, queremos ser cortejados en lugar de ser los que cortejen. Ahí está la cuestión. Respondemos con miedo en lugar de responder con fe.
Una Fe que Corteja
Querido hermano soltero, si vas a responder con fe, debes enfrentar tus miedos. El miedo que lleva a jugar es la falta de confianza en la soberanía de Dios. En lugar de mirar siempre a la siguiente chica, mira a quién el Señor ya ha puesto delante de ti. No tienes que seguir deslizando perfiles incansablemente o buscando a la mujer “mejor” y perfecta, porque ella no existe. La perfección solo se encuentra en Jesucristo. Es por medio de Jesucristo, también, que tú y yo aprendemos cómo cortejar a una hermana teniendo fe. El matrimonio debe ser un reflejo de Cristo y la iglesia (ver Efesios 5:22-33). Cristo inicia y va tras la iglesia, no al revés. Cristo se sacrifica por la iglesia a pesar del rechazo que enfrentó de ella en ese momento. Un hombre que desea reflejar a Cristo de esta manera no puede demostrar que está listo una vez que ya ha entrado en la relación matrimonial, sino que debe mostrar este liderazgo y sacrificio en el proceso de cortejar a una mujer.
Hermano, ten una fe que busca confiar en la soberanía de Dios compromentiéndote a conocer a una mujer, y estando dispuesto a definir la relación. Ten una fe que corteja aún si eso significa arriesgarse al rechazo al tener la iniciativa de invitar a salir a una mujer piadosa. Si el miedo al rechazo se materializa, recuerda que en el sufrimiento de un “no”, tenemos el consuelo de estar conociendo más íntimamente a Cristo (Filipenses 3:10). Ten una fe que busca asumir la responsabilidad, dada por Dios, de cuidar a tu hermana en Cristo por sobre todo.
Fue esa conversación telefónica con mi hermana en Cristo que me animó a tener una fe que corteja. Desde ese momento, decidí no permitir que el miedo me impidiera comprometerme en una relación o arriesgarme a un rechazo. En la providencia del Señor, fue esta hermana en Cristo a quien decidí cortejar y con la que deseaba tener una relación. Mi miedo al rechazo se hizo realidad, pero continué confiando en la soberanía del Señor mientras Él me daba oportunidades para cortejarla. En Su bondad, después de algunos giros y vueltas en la historia, la mujer, Ester, se convirtió en mi esposa. Y doy gracias al Señor cada día porque enfrenté mis miedos y tuve suficiente fe para cortejarla. Quiero animarte, querido hermano soltero, a que hagas lo mismo.
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