EL POSMODERNISMO QUE INFECTÓ LA IGLESIA

Por Naomi Guachalla

“Sí, ese árbol es verde” dije con toda firmeza y seguridad sin pensar que alguien lo pudiera negar. Sin embargo, la respuesta fue “tal vez sea verde para ti, pero para mí es azul y no te atrevas a decir que estoy equivocado”. Perpleja solo pensé “¡espera! ¿en serio está negando algo tan trivial?” 

De ser un niño que aún no distingue bien los colores o una persona daltónica entonces no habría problema, solo es cuestión de explicarle con paciencia la realidad. Pero hablaba con un estudiante universitario de últimos años y, lo peor de todo, de una carrera de ciencias puras. La discusión, por supuesto, no terminó ahí, él aún tenía mucho más que decir: “tal vez esa sea TU verdad, pero yo tengo otra y la tienes que respetar. Tú ten tu verdad y deja la mía en paz. Qué soberbio de tu parte creer que conoces la verdad y querer convencer a los demás, deberías ser más tolerante”…. ¿Suena familiar?

Tras el intento fallido de hallar la verdad mediante la ciencia y la razón en la era moderna, el mundo pasó a una nueva era: la posmoderna, en la que decidió renunciar a todo conocimiento de esta, negando la existencia de una sola verdad. Esta era se caracteriza por desconfiar de todo razonamiento lógico y abrazar la subjetividad. Según esta corriente lo único que debemos aceptar como verdad es lo que sentimos, de modo que todo lo que uno quiera puede ser verdad. 

Esto no sería un problema si de nuestros corazones no saliera solamente el mal (Génesis 6:5) y si no fuera más engañoso que todas las cosas (Jeremías 17:9), pero esa es la realidad. Por lo que la posmodernidad termina siendo solo una excusa más para vivir entregados a nuestra perversidad. Un mundo sin verdad absoluta, es un mundo sin moral, sin Palabra, sin Dios… Es un mundo sin sentido, pues todo es relativo. 

Probablemente ahora estás pensando, qué triste realidad la del mundo secular, pero obviamente en la iglesia no se dan estos problemas; pues nosotros sí tenemos la verdad… O bueno, al menos… “nuestra” verdad. 

El relativismo y la Palabra de Dios 

El relativismo de la posmodernidad se ha infiltrado en la iglesia de tal manera que ahora algunos sostienen que dos interpretaciones contrarias pueden ser verdaderas y que no podemos decir que alguna está mal. Esto implica que cada quien puede tener su propia verdad y no se la puede juzgar. Decir que una interpretación es incorrecta se ha vuelto evidencia de gran soberbia y falta de amor hacia los demás. 

Pero esto es sumamente irónico, pues es más bien soberbio el no estar dispuesto a que alguien más juzgue y corrija nuestra verdad.

“Tú sigue con tu verdad y deja la mía en paz” es una idea que demuestra gran falta de humildad, y no solo eso, sino también muestra que llevamos características de la llamada “generación de cristal”; pues no soportamos que alguien más señale nuestras fallas. 

Todo esto es también irónico porque amar no es sinónimo de callar y dejar al otro en el error, sino más bien corregir y guiar a otros hacia la verdad. Es indispensable juzgar a los demás, pues la Palabra nos manda a velar unos por otros exhortándonos para que no nos desviemos (Santiago 5.20, Mateo 18:15-17). Eso verdaderamente es amar. 

Esta idea de que pueden existir diferentes interpretaciones y ser ambas verdaderas parte de un subjetivismo igualmente característico de la posmodernidad.

Sentimientos por encima de la razón 

Como mencionamos antes, esta era del posmodernismo exalta en gran manera los sentimientos dejando de lado la razón. 

Lamentablemente, muchos creyentes se han entregado también a esto. Hay quienes justifican su actuar y pensar basados en subjetivismos imposibles de comprobar de manera objetiva y racional, aun cuando estos son contrarios a las verdades claramente expresadas en la Palabra de Dios. De alguna manera sus sentimientos se han convertido en la máxima autoridad. 

Esto es especialmente alarmante cuando se dice que es el Espíritu Santo guiándonos a estas verdades, pues hay una sola verdad (Juan 17:17) y se supone que el Espíritu Santo nos guía hacia ella (Juan 16.13).

No tiene ningún sentido decir que el Espíritu, quien por cierto inspiró toda la Palabra de Dios, nos guía a través de nuestros sentimientos a pensar y hacer cosas contrarias a ella. Sin embargo, es lo que muchos cristianos piensan y defienden, y por tal razón se ponen a sí mismos en peligro; pues donde nuestros sentimientos mandan y no hay verdad objetiva (la Palabra) sobre nosotros, tenemos libetad para hacer cuanto queramos. Algo muy conveniente para el pecado que mora en el creyente, pero de gran perjuicio para su alma.

La verdad confinada a la vida privada

Lamentablemente la posmodernidad no sólo ha afectado nuestra interpretación de la Palabra, sino también nuestra forma de proclamarla. Este mundo relativista demanda que las verdades expresadas en la Biblia sean guardadas sólo para la vida privada del creyente, no pudiendo aplicarlas a la sociedad. Tristemente los creyentes hemos cedido muchas veces a esa demanda. Creemos que el Creador del universo, todopoderoso y sabio nos ha dado la única guía infalible para la fe y la vida, pero aun así no nos animamos a aplicarla fuera de nuestra vida privada y personal, pues puede que otros no compartan esta verdad y no los podemos juzgar.

Sin darnos cuenta, dejamos de lado la verdad para agradar a los demás, a ese mundo posmoderno que solo quiere desechar la ética cristiana para continuar hundiéndose en su maldad. Pero por supuesto esto es difícil de aceptar, así que solemos disfrazarlo de amor al prójimo, como si pudiera existir este sin la verdad.

La evidencia de que hemos cedido a la agenda mundial de tolerancia, como dice el pastor Parsons, es que muchos cristianos e iglesias consideran que es PEOR JUZGAR QUE HACER EL MAL

Tal vez esta es la razón por la que gozamos de tanta libertad como crsitianos y no se desencadena la persecución donde estamos. Un mundo que no es confrontado con la verdad de su pecado porque no nos atrevemos a juzgarlo, está tranquilo con la ética cristiana; pues quienes la sotienen no se atreven a aplicarla a otros que talvez no quieran aceptarla. Hemos dejado de ser la luz y sal al confinar la verdad a nuestra vida privada. 

¿Y ahora qué hacemos?

Las ideas posmodernas han vuelto el mundo un caos en el que no existe la verdad y por tanto se da rienda suelta a la maldad. 

Sin embargo, sabemos que sí existe esa verdad y que está revelada en la Palabra de Dios para guiarnos en medio de toda esta oscuridad. Debemos esforzarnos por estudiarla profundamente estando dispuestos a que se evalúen nuestras interpretaciones y podamos llegar a entenderla en Su gracia. 

Y, luego, debemos proclamarla al mundo entero, pues sin importar si quiere o no aceptarla, es la verdad y solo en ella encontraremos libertad.

Bibliografía

  • Dellutri, S. (2016). El mundo al que predicamos. Verdad para vivir. 
  • Geisler, N. Brooks, R. Apologética: herramientas valiosas para la defensa de la fe. 
  • Pearcey, N. (2014). Verdad total. Jucum. 
  • Parsons, B. (2021). Our unchanging ethic. Tabletalk. Ligonier Ministries. 
  • Lohmann, M. (2021). Do not fear persecution. Tabletalk. Ligonier Ministries.

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