¿Y SI SOMOS SOLO NÚMEROS?

Por Andrea Guachalla

Según un estudio realizado como parte de un libro titulado The Rosie Project, las mujeres y los hombres saldrán con varias personas diferentes antes de casarse (lo que implica también pasar por varias rupturas), y serán engañados al menos una vez. Cuando y si se casan, tanto hombres como mujeres lo harán después de haber cumplido los 30 años de acuerdo con las últimas tendencias. Lamentablemente, pero estadísticamente hablando, el 50% de esos matrimonios terminarán en divorcio y la infidelidad será experimentada por hasta el 25% de las parejas.

Como resultado de todo esto, el 20% de las mujeres en sus 40 años aún no tendrán hijos, ya sea por elección, infertilidad o porque no pudieron encontrar una pareja en su juventud. Un escenario similar ocurre con los hombres también. De las personas que efectivamente tienen hijos, contando las personas que nunca se casaron, el 82% de las mujeres los criarán como madres solteras, y el 18% de los hombres serán padres solteros. Para hacer el escenario aún más oscuro, un pequeño porcentaje de estos padres solteros serán solteros porque enviudaron.

Abrumador, ¿verdad? Es posible que hayas sido consciente de todas estas cosas antes de leerlas aquí. Y si no las sabías, pues… Ahora si.

Sin embargo, lo que dicen los números sobre la dinámica familiar y los matrimonios es incluso peor que lo que acabo de describir. Pero me detendré ahí, y esperaré que hayas entendido el punto: ¡las cosas han salido mal!

Lo que pasa es que muchos de nosotros -si no la mayoría- caemos en estas estadísticas de una forma u otra o vamos en camino a hacerlo. Ya sea voluntaria o involuntariamente.

Quizás no te hayas divorciado, pero viste a tus padres divorciarse. Tal vez eres una de las personas que está bordeando los treinta años y que todavía no está casada, aunque deseas tener una familia. Tal vez seas una de las personas que desea casarse y ya has salido con varias personas solo para terminar con el corazón roto al final de cada relación. Puede ser que seas una madre soltera, o un padre soltero, o puedes estar enfrentando problemas de infertilidad que te han impedido convertirte en padre, algo que has anhelado mucho tiempo.

Estadísticamente hablando, es muy probable que tu, el lector, seas parte de uno o más de estos grupos de personas. Si eso te desanima o no, es una pregunta para la que solo tú sabes la respuesta. En cualquier caso, podemos navegar en este caos sabiendo que somos sostenidos por un Padre amoroso que ve nuestro dolor, angustia y desánimo. Podemos confiar en que tiene el control de todo, incluidas estas tendencias globales.

Sin embargo, me gustaría dirigirme a un grupo diferente hoy. Y esas son las personas que no caen en estas estadísticas, pero temen ser parte de ellas en algún punto. Quiero dirigirme a las personas que, como yo, tienen la tentación de dejarse guiar por los “qué pasaría si” y los números alarmantes que vemos como resultado de investigaciones.

El reino del “Qué Pasaría Si”

Ver cómo el mundo se está pervirtiendo cada vez más, y cómo estas tendencias globales están afectando a personas cercanas a nosotros, nos hace creer fácilmente que, sin importar lo que hagamos, seremos alcanzados por la enorme ola que está acercándose a nosotros. Como tantas otras personas a nuestro alrededor, nosotros también nos convertiremos en números.

No vemos una salida… Así que nos entregamos al reino de los “qué pasaría si”.

¿Qué pasa si invito a alguien a salir y ella dice que no? ¿Qué pasa si empiezo una relación y no funciona? ¿Qué pasa si me caso y termino divorciándome? ¿Qué pasa si me caso y no puedo tener hijos? ¿Qué pasaría si me despiden y no puedo mantener a una familia? ¿Qué pasa si me engañan? ¿Qué pasa si tengo hijos y caen enfermos? ¿Qué pasa si mi cónyuge muere? ¿Qué pasa si nunca me caso?

Todas estas cosas no solo son posibles, sino que algunas de ellas también son estadísticamente probables. Y tiene sentido, hasta cierto punto, que nos veamos obligados a reflexionar sobre todo esto y tengamos miedo y ansiedad de convertirnos en lo que no queremos ser: la persona que se divorció, la persona que no pudo tener hijos, la persona que pasó por una ruptura desgarradora, la viuda, la que nunca se casó.

Sin embargo, temer estas cosas es peligroso. Es peligroso porque la consecuencia lógica y práctica es abstenerse de cualquier cosa que creamos que pueda causarnos dolor, aun sabiendo que también podrían traernos un gran gozo y satisfacción.

Es posible que te abstengas de invitar a salir a alguien por miedo a ser rechazado. Sí, aun sabiendo que una respuesta positiva significaría comenzar una relación con alguien que te gusta. Es posible que te abstengas de entablar una relación por temor a que termine en una ruptura en el futuro. Sí, aun sabiendo que la relación también podría llevar al matrimonio y a formar una familia. Es posible que te abstengas de casarte con tu pareja por temor a que termine en divorcio. Sí, incluso sabiendo que también podría significar pasar el resto de tu vida con alguien a quien amas. Puede abstenerte de intentar tener hijos en el contexto del matrimonio por temor a perder a un bebé o a enfrentar la infertilidad. Sí, incluso sabiendo que tener hijos significaría que tu familia crezca en las décadas venideras…

Si te enfocas en los números y en la posibilidad de que algo salga mal, ciertamente te abstendrás de muchas, muchas cosas que son realmente buenas. Y eso, amigo mío, es terriblemente malo, eso no es vivir. Ante todo porque la Biblia nos enseña a vivir con fe, no con miedo:

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?”

Mateo 6:25-27, RV60

Dios nos ha llamado a confiar en Él en todas las cosas. Y, sin embargo, nuestra tendencia es ir al reino del “qué pasaría si”, donde Dios no es soberano ni misericordioso, y donde cada detalle de nuestras vidas depende completa y enteramente de nosotros mismos.

Con razón nos ponemos ansiosos pensando en el terrible e imaginario futuro que nos espera. Pero aquí está la solución definitiva:

¿Qué tal si nos enfocamos en ser fieles en vez de miedosos?

¿Alguna vez has tenido miedo de convertirte en un número sin sentido? ¿Alguna vez has estado tan insoportablemente ansioso y temeroso que no fuiste capaz de pensar racionalmente? ¿Alguna vez temiste tanto tomar la decisión equivocada que imaginaste que tu vida sería un desastre después?

Yo sí.

Y aunque a lo largo de los años ha sido difícil y ha requerido mucho esfuerzo lidiar con la ansiedad, he llegado a la conclusión de que solo puedo hacer una cosa cuando esta empieza a dominarme: SER FIEL.

¿Puedo agregar una sola hora a mi vida preocupándome y estando ansiosa? No. Es más, la preocupación y la ansiedad pueden quitarme horas de vida, y ciertamente lo han hecho. Si dejamos que se infiltren, pueden hacer que nos apresuremos a sacar conclusiones tontas y tomemos decisiones imprudentes. Y eso no puede ser algo que un cristiano pueda estar bien haciendo.

Entonces, ¿qué tal si somos fieles en vez de miedosos?

Sí, sé que las estadísticas dicen que la mitad de los matrimonios terminarán en divorcio y que la persona con la que estás saliendo actualmente podría no ser la persona con la que termines casándote. Pero… ¿Qué tal si eres fiel al Señor sin importar los números y los miedos que tengas? ¿Qué tal si obedeces al Señor cada día, cada hora y cada segundo y le dejas los resultados a Él, quien sabe cómo será tu futuro?

¿Qué tal si abordas cada decisión que tomas en oración, estudiando las Escrituras y pidiendo consejo a las personas sabias que te rodean? ¿Qué tal si caminas fielmente en cada paso del camino y confías en que Dios te enseñará algo incluso si terminas enfrentando el peor resultado posible? ¡Porque adivina qué! Incluso si eres fiel a Dios, eso no significa que las cosas no puedan tomar un giro inesperado. Sin embargo, en esas circunstancias sabrás esto: fuiste fiel a Dios.

Un artículo titulado “Vivir fielmente con la ansiedad” de Ligonier dice esto: “La libertad de la ansiedad paralizante requiere que permanezcamos en la presencia de una incertidumbre dolorosa mientras mantenemos la fe”. Y no creo que hubiera podido encontrar una descripción más precisa de lo que puede ser lidiar con la ansiedad para un cristiano abrumado por todas las estadísticas y nuestro mundo cada vez más perverso. Implica soportar el dolor de estar total y absolutamente inseguro de lo que depara el futuro mientras tenemos los ojos fijados en Dios. El Dios que es soberano, el Dios que ve nuestro dolor, el Dios que no nos ve como números en una hoja de papel, sino como a sus propios hijos.

Cuando tememos convertirnos en un número más en las estadísticas que vemos en la televisión, podemos decidir ser valientes y fieles. Podemos decidir confiar en Dios.

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